miércoles, 17 de agosto de 2011

No soy soldado de la felicidad

Compro habichuelas mágicas.

Prometo saquear sin reparo alguno el reino al que me lleven las leguminosas. Porque todo mundo mágico ofrece riqueza y poder, tomaré todo el oro, la plata y las piedras preciosas que encuentre y pueda cargar, y haré varios viajes de esta manera, procurando ante todo tomar muchas veces más de lo indispensable para salir de mi necesidad. Desde luego, no haré nada de esto sin antes cometer una canallada peor que el robo: asesinaré a la criatura que haya acumulado este tesoro, la cual seguramente será un monstruo sucio y feo, como debe ser todo aquello que vive indignamente en la opulencia por encima de mí. Obviamente en esta circunstancia uno de los dos debe morir; no hay modo en que prevalezcamos los dos; si algo sé muy bien es lo poco razonable que resulta esperar llegar a un acuerdo con una bestia devoradora de pobres.

Ofrezco por las habichuelas mágicas 50 centavos.

No parece mucho, pero representa todo mi tesoro material: sé hará más provecho ese cambio en manos ajenas que en mis bolsillos, los cuales me han enseñado a extraviar invariablemente toda moneda con una denominación menor a dos pesos. Por eso es que sé también que no soy el malo. Ponga atención, vendedor, lo que hago no es otra cosa que dar, a cambio de unas vulgares semillas mágicas, la prueba de mi bondad. El trato no puede ser más justo.

jueves, 14 de julio de 2011

Autoconfesión

Este mundo está lleno de riqueza. Además, si se busca y entiende con diligencia, se encuentra colmado de portentos. A esta diversidad le corresponde, habitualmente, una selección o discriminación motivada
unas veces por el juicio, autor de tantos dones como desgracias, otras por el supuesto instinto. Lo terrible que encuentro desde mi hábito y obsesión con el pensamiento es el automatismo con el que acontece esta preferencia --y no debe ocultarse que está implicada en ella una separación; una maldad. Yo pensaba, según críticamente (de donde uno comprende que la concienciación no resuelve nunca nada), que sabía hacer algo de provecho: pensar. Pero hoy pienso, a medio desengañar --paréceme así hoy--, que no he sido en varios años algo más que un zombi, apenas algo más que un ente programado. Muchas veces fantaseé, en diversos escenarios y con distintos actores, con una historia en la que un reportero investigaba la producción estatal y secreta de gente falsamente libre, y que al final de su pesquisa lograba deducir que él mismo era uno de esos seres fabricados por un sistema que abarcaba incluso su intento de denuncia dentro de ese leviatán de manipulaciones. Creo que esa historia trataba de reflejar lo que acontecía conmigo, porque una parte esencial de la tarea del librepensador no la estaba cumpliendo y no quería verla. Al desconocerla, me convertí en un miembro más de la farsa del individualismo occidental. Me refiero concretamente a la escritura. Pensar, sin escribir, es no hacer nada. Aunque pensar es estrictamente un acto, una realidad, si se prefiere, la única forma epistemológica que posee el pensamiento es su expresión, su codificación en signos, ésta es su única materialidad válida. Pensar sin signos es una nada. Escribir, por su parte, es un oficio verdadero, una labor técnica que puede practicarse con un arte profundo o sin él. Si un pensador no escribe, su vida pensante no merece ser vivida. He pensado una y otra vez las mismas ideas mientras me he privado del desarrollo, de darle a sus formas una descripción básica, una propuesta tipológica y una claridad crítica para ponerlas en la mesa, ante otras inteligencias y encontrarles, junto a otros pares, riguroso valor.

Voy a aprender a escribir.

martes, 5 de julio de 2011

Criatura

Una botella de plástico reposa en el buró. Aunque su contenido originario está ausente, lleva cerrada varios días y no ha sido arrojada con las demás toneladas incontables de basura que genera la ciudad. Ha estado aquí guardada en casa, sin ninguna perturbación en su interior. Posee residuos de su anterior contenido dentro, pero no es eso lo que más gravedad le otorga a su interior. La botella guarda un arácnido, de aquellos que han desarrollado tenazas y una cola con punta en aguijón. Es un alacrán de escasos dos centímetros de longitud, su color es oscuro, como lo es el de los poco peligrosos para el ser humano, sus pinzas son muy delgadas y su cola está retraída. Está muerto. En vida, durante su cautiverio, acostumbraba hacerse el muerto, como las cucarachas, tal vez esperando que lo dejara salir la tapa enroscada, o tal vez guardando energía. Pero la salida truncada no dejó de estarlo, estuvo encerrado varios días sin alimento y encontró su fin un día incierto. Otros de su familia han encontrado el mismo destino en este hogar poblado por hombres.

Quiero guardar un minuto de silencio por esta criatura a la cual he dado muerte. Cualquiera que sea tu nombre, Providencia o metafísica, te pido perdón. No he sabido qué responder ante su peligro, como un estúpido occidental más, que no sabe deshacerse del miedo, temí a una posible picadura ponzoñosa. Sin tener ninguna certeza, encerré en esta prisión plástica y maté de inanición este animal. ¿Qué otra cosa pude haber hecho?, que alguien me lo diga, porque no hallé otra salida, y ahora que veo este desenlace, no me gusta nada, siento una pena tremenda por mi víctima. Estúpido occidental, creí saber las respuestas cuando le di encierro. Pensé: "si dejo libre este veneno, volverá a mí en revancha y, sin que lo note antes, esta vez sí me enterrará su aguijón. O peor, ¿no picará, en lugar de a nadie, a mi gente amada?" No quería ser el responsable de que alguien resultase herido; pero, ¿realmente puedo evitarlo? ¿Estaba yo justificado por esta razón? Soy un miserable gigante de la naturaleza, y un monstruo de la cultura. Pido perdón por esta acción, por creer que gané en un justo enfrentamiento en el que era él o yo. Perdón porque no me pregunté por su ciclo vital ni me interesó hacer bien a la salud de mi entorno, perdón porque habrá quien me diga que esta es una bagatela, que nada relevante aquí ha pasado y que puede pasarse sin gloria ni pena a otro episodio, porque dirán que estoy perdonado por no sé qué creencia secular y que puedo seguir mi camino. Lo cierto es que he matado y que las razones por las que lo hice no eran razones verdaderas.

jueves, 26 de mayo de 2011

Nota mental ventilada

Estudiar lo siguiente en los ratos libres, como se ha estudiado el trabajo mecánico y el posicionamiento en mundos virtuales:
  1. Cultura empresarial y cultura de proyectos: problemas de productividad social y económica; administración de aplicaciones teoréticas y prolegómenos para una nueva génesis humanista. Una guía y punto de partida podría ser pepeytono.com.mx. [Observar la falta de referencias a empresas de servicios teóricos.]
  2. Cultura clásica y visceral, las letras: música, canto, poesía, mítica, historia, literatura. Guías especiales las hay en los abismos sin fondo de la religión y las ciencias narrativas. Buscar a un místico y a un mago; tenerlos siempre por amigos serios y no bufones; cuidado con los charlatanes. Ensayar las condiciones de posibilidad de las apariencias, en tópicos sensoriales y sociales; mirar la genealogía del poseur y proponer algunas ideas para la consolidación teórica del localismo posudo. Aprovechar al máximo los recursos en Internet, páginas como youtube.com, cervantesvirtual.com, palabravirtual.com, rae.es ofrecen un apoyo importante. Buscar caricaturistas (sintetizadores) y artistas plásticos. Construirse la posibilidad de tener un santuario o espacio monacal.
  3. Cultura digital y legislativa: debate contemporáneo en torno a los derechos intelectuales; conocer la legislación de la OMPI (ser puntual con la DMCA) y las bases del derecho internacional; estudiar los problemas de la reproducción exacta de manifestaciones culturales cifradas en sistema binario; disertar variantes si hay ordenadores que emplean sistemas diferentes, digamos cuánticos, y su interacción con la Internet; comparar con la analogía y la abducción (véase en ello el tema del arte y la medicina). Explorar ted.com y ubicar los sitios que tienen el monopolio de los anuncios de las nuevas tecnologías y estimar intempestivamente (exagerar, estimar mal) las consecuencias cosmológicas del mundo humano por causa de los nuevos recursos. Gritar como loco o hacer performances de vez en cuando; introducir la duda. Explorar sistemas operativos de base linux, volverse usuario de ellos.

martes, 24 de mayo de 2011

Comportamientos celestes, circulares, perfectos

Durante años le he pedido al cielo que no se venga abajo, que sea paciente, para que nos vea llegar a él.

jueves, 24 de marzo de 2011

Misógino

Mi experiencia humana no filosófica es la principal administradora de mis entradas. Por eso creo permisible el juego libre e injustificado de pensamientos a ratos objetivos y la más de las veces valorativos. Una especie de bocadillo infantil que nadie tiene obligación de leer, criticar, esconder...

Mientras andaba hoy por las calles de mi ciudad natal, a la cual desestimo tanto, tuve la oportunidad de retomar un viejo problema a raiz de un recuerdo antiguo: mi misoginia. Odio a la mujer, no menos que al hombre, y se debe a que la concebí desde mis inicios proyectivos como un ser configurado desde siempre junto a la belleza, tema este que excede -lo sabemos- toda naturaleza física. De esta manera, me es insostenible tratar el objeto de lo mujer sin entrar en cierto rango de idealidad y formas, es decir, que nada femenino veo sin encontrarme también con mis objetos de discusión y permanente trabajo: las ideas. ¿Y si mi trabajo se pausara y dejara de discutir ideas? Entonces no vería, dado el caso, a una mujer, sino a un otro, o sea, a un hombre, el cual también participa de la belleza, pero es suceptible de no tenerla sin por eso dejar de acontecer. Considero esta situación, por supuesto, harto retorcida. No me puedo justificar, así es el odio, de muy cortos alcances.

viernes, 18 de marzo de 2011

No es aquí ningún performance

Si la expresión no comunicativa es una posibilidad, el significado de la no-comunicatividad ha de estar, siquiera, a salvo. ¿Estamos atados a la significatividad de esta anomalía de la comunión y figura contraria a la condición abierta y dinámica de roles inherente a la acción comunicativa?

Es útil la empresa de no expresarle algo a otro, mientras dos milagros precedentes hayan tenido lugar: primero, que uno haya recibido adiestramiento en cuanto a las reglas de explotación, y segundo, que uno haya captado el núcleo fundamental de aplicación de estas formaciones generales para la acción. Sano es el amor de las madres. Y aunque no todas las madres son amorosas, tampoco es éste el desideratum ideal.

Podemos eludir todos los giros; los turnings, como las revoluciones, son viejas obras de una política y una historia a todas luces sospechosas, los representa principalmente el alien. Son una rareza de un vejestorio todavía más caprichoso y amorfo de discursos enmohecidos, ennegrecidos hasta lo irreconocible, injustificados y confusos, sistemas que aunque habitables rayan en absurdos cuyo primer efecto es no comunicar noticia alguna, sino rebotar la atención dirigida de su supuesta audiencia hacia sus propios adentros, para que éstas se hallen, de nueva cuenta, frente a la dificultad de la suversión de las estructuras y de los sistemas desde el no-criterio, para mirar una vez más la ruptura general y las posibles medidas provisorias, sin identificar en ellas tradición glocal ni mensurabilidad funcional. Por decir poca cosa, la forma construida singular no mola, proponer ya no vale por sí mismo, y no brillará de ninguna manera -¿o con ninguna madera?-; no podrá tampoco ser inmolado ni aprovechado en su destrucción por cualesquiera otros canales porque estará sujeto a la imposibilidad histórico-fáctica de la trasgresión, será un objeto más en el espacio del que no se sabe uno deshacer, un memento de la mala vida que nos hemos destinado, desgracia que será breve para los no favorecidos, forzados a sufrir la máxima pena de la media vida desde el anonimato a causa de un grupo extenso y agazapado de don nadies: los irresponsables perfectos. La lógica del tema se mantiene todavía simple: privarnos de nuestros propios fines para no llegar a ningún otro fin.

Y así, ocultándose, siendo licuados ante cualquier vista, hinderizándose, entorpeciendo la posible audiencia, todavía se gana una "libertad ilimitada", "cuantificada" como de mayor riqueza que una básica derivada de formas singulares de comunión: es posible mantenerse representando, imaginando, siendo uno mismo, como sea que se sea, sin comunicar, es decir, estar específicamente sin la alteridad como tal, delimitando, al modo de su actualización, la propia concepción.

Adentre al álter en su cuerpo de creencias y plausibilidades y permítale ejercer su derecho natural a quitarle la vida a la mitad de sus sueños. Pocas son las otras puertas de llave simbólica que conducen hacia la humildad.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Los indeterminados: príncipes y nuevos hijos de la Creación

La liviandad no nos hace mejores personas. Tampoco somos más auténticos, ni más libres ni más nosotros mismos por huir de la posibilidad de mejorar.

Si usted no se decide, no se ata ni se limita, si se mantiene siempre inabarcable en posibilidades, sin tendencia, simplemente el ego ocurrente, vociferante, autorrecursivo, si se prefiere infinito no transfinito, meramente indeterminado, entonces usted no es nada.

Si desea dar la opción de tómese o déjese, si desea fomentar la omisión o la indiferencia, o nutrir el lenguaje políticamente correcto o someterse a la impronta de la tolerancia, entonces adelante, fáltele el respeto al respeto mismo no siendo responsable ni encarando su carga, ni su cuerpo, ni su grupúsculo infinito (aunque limitado) de relaciones.

Piense que no tiene historia, ni conciencia, ni consistencia, o bien que tiene estos y otros elementos a conveniencia, discretamente y ad hoc. Créase que es pura voluntad, ande por los caminos de la vanidad o lejos de ella, no se preocupe, usted no es nada; no se apure, sólo ha abandonado al ser.

Y dígase a usted mismo todo lo superior que quiera por no creer en fantasías, regocíjese por no caer en el error de asumir verdadera una simple apariencia o un dogma al que otros dieron el culo. Y si al momento siguiente concreta por un breve lapso que las comparaciones no tienen ningún objeto, adelante, tómese las palabras más light, sin mugrosas calorías, y crea que no se ha metido con nadie, que ha sido un buen ángel, a saber, el intelecto que su altísima Voluntad concibió debió ser.

Nosotros no lo vamos a juzgar con razón, de verdad, porque ninguna razón aplica sobre aquello que se supondría hombre pero que sólo es como posibilidad de intención. Si tiene alguna sospecha porque de pronto tiene alguna ocurrencia, no se alarme; usted nada más caerá como caen las millones de gotas de lluvia sin nombre, mojando, lavando, erosionando, mientras nosotros los engañados de la creación compartimos experiencias determinadas, como simples y modestos detalles de la conceptualidad.

Si usted desea crear, tráigase otro nombre y mire atento, contemple cómo jala parejo o nomás no jala. No por teorizar se va usted a dejar de equivocar.

miércoles, 16 de febrero de 2011

¿Qué es una metodología? Los métodos como frascos en un estante dispuestos para algún oficio determinado

Los saberes no son estructuras apresadas, destinadas en exclusivo a un circuito cerrado; las cogniciones son flexibles, líquidas, fundantes, universalizables. La crítica nos desvela estas verdades a través de la naturaleza de los signos y de la realidad de los mitos. Ante estos descubrimientos es que se asevera que los objetos de conocimiento no son perennes y acabados de una vez por todas. Existe en ellos un potencial de cambio y un comportamiento situado, una especie de vida, de existencia o de finitud más allá de los principios lógicos de la dominación y de la auto(re)afirmación. Los objetos de conocimiento son además de conceptos, acontecimientos, y esto cambia nuesta idea tradicional de los métodos. En teoría, el objeto es el fin del camino, la meta que se cubre siguiendo los pasos constitutivos y aprendidos del método particular. El ingrediente novedoso --o no tan novedoso-- es que la condición del acontecimiento asocia al fin-objeto (la verdad) con el desideratum, es decir, que hay la intención del sujeto como premisa; de modo que no es posible el sujeto que sólo sigue obediente --y metódico-- los pasos establecidos según x discurso neutro o universalmente válido.

Esta labilidad no hace a los saberes, sin embargo, libres de institucionalización, de aplicación controlada o puntual. Lo uno y lo otro es posible en una misma totalidad, como lo muestra un ejercicio dialéctico. El humano goza de las referencias exactas y de las discusiones precisas que logran penetrar a lo largo de varias capas de experiencia tanto como gusta de hacerse a la mar, incluso cuando la visibilidad es poca y el temor de los otros expectantes alienta la rendición. Por eso se ha establecido que los productores de un saber determinado (habitualmente llamado académico, investigador, científico o comunidad espistémica o de conocimiento) construyan sus objetos y apliquen los métodos existentes en la tradición a discreción. La consigna única es que se haga con alguna lucidez, es decir a conciencia, que se mencione de qué manera reconoce uno que procede. Ese derecho y obligación intelectual es lo que se conoce hoy día como metodología. No es ya una ciencia que agrupa taxonómicamente los métodos registrados y que expide licencias de uso y de vigencia de los procedimientos, no es ninguna rama de la ciencia instrumental general conocida como lógica; es un ejercicio sesudo de actividad crítica.
Contra las pseudocríticas hacia el sistema escolarizado: el caso de la lectura obligatoria

Hace poco me hicieron llegar un texto de Juan Domingo Argüelles titulado ¿Qué leen los que no leen? Específicamente una sección de su segundo capítulo "La lectura como valor escolarizado", dedicada a comparar la lectura obligada con la realizada por el mero acto de placer. Los motivos por lo que llegaron a mí esas breves páginas sobran, tal vez valga la pena mencionar que aconteció en un contexto escolar. Al concluir la lectura experimenté una especie de molestia, me pareció insultante, por más cosas positivas y adecuadas para la juventud que dijese, además de bellas citas dignas para recordarse, el texto no hacía, por sí solo, crítica. Lo incómodo era que tenía visos de quien hace efectivamente crítica, tenía la apariencia de "hacer conciencia" y de llegar al tuétano. Me pareció un buen pretexto, entonces, para recordar un par de ideas sobre la crítica, no literaria, sino la crítica en general.

Me permitiré referir las líneas generales de Domingo Argüelles en esa parte. Afirma en primer lugar la ineficacia de los programas y esfuerzos instituciones para instaurar la lectura como costumbre o hábito en los estudiantes, y que esto se debe (suponemos, claro, que entre otras cosas) a que leer, en la escuela, es un requisito para la acreditación y obtención de promedios benéficos, títulos, diplomas y demás reconocimientos de papel, que sólo simulan que el ostentador está calificado para desempeñarse en tales y cuales actividades. Por otro lado recuerda que las escuelas homogenizaron los conocimientos y no permitieron la libre imaginación de los estudiantes, apoyándose para tales afirmaciones de Ivan Illich (70's). Luego pasa a mencionar los matices que oscurecen "lo verdaderamente importante" de la educación (también se apoya en Fernando Savater), como la relegación de las lecturas complementarias; la evaluación exclusiva de las lecturas útiles que son a su vez las obligatorias; la asociación entre realizarse y concluir los estudios; el enfoque de los programas hacia la competitividad no solidaria; la mentira de la cultura acumulativa, según la cual mientras más se lee, más se estudia y más se compite, mejor persona se es; reflexiones que revelan la falsedad de varias premisas educativas del s. XX y de la actualidad. La tercera y creo última línea del texto es la afirmación de que se está olvidando en las aulas, junto con la lectura complementaria, el libre deseo de leer, que se conduce sólo en raros casos a la lectura placentera, la cual es la única verdaderamente significativa, motivada por el lector, cargada de experiencia y creación. Para ser más puntual, Domingo Argüelles todavía menciona a Raoul Vaneigem, y dice que de lo que se trata es de "la capacidad de volverse a crear recreando al mundo." La sociedad en este sentido no podrá reestructurarse, ni su educación, si no comprende que los educandos son todos creativos, y que es a partir del placer que encuentren para sí y de ser como son, que podrán justificar su esfuerzo por conocer. En síntesis, la cultura no se impone sobre una materia mientras ésta no reconozca cuáles son los vínculos de su propio deseo con el conocimiento. O bien, la lectura obligatoria fracasa.

Ahora procedo a desbaratar lo anterior y exponer las ideas que motivan este escrito. A lo largo del texto, si algo noté que hizo mucha falta fue Inteligencia, a saber, la idea de Nous. Me explico. No debería pasar, pero a menudo los individuos, tal vez en permanente tensión con la obligatoriedad que los cohíbe, no pueden diferenciar entre lo obligatorio y lo necesario. Muchos creen que lo obligatorio, en la medida que es externo y no deliberado, no es verdaderamente conveniente, y entonces piensan que es necesario (por la coacción), pero no importante. [Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra; por fortuna, la juventud es un defecto que, en algunos casos, sí se quita con los años.] Sin embargo, por más que la voluntad determine los actos, no todo se reduce a ella sola, pues siempre puede encontrar el campo límite de donde surgen los elementos y factores inesperados, y es a esa exterioridad a donde debe prestar atención el individuo, siquiera unas cuantas veces por día. Aquí vale la pena diferenciar entre lo importante para una conciencia singular y lo necesario de acuerdo con un cuerpo de conocimientos arropados por una tradición en la que se está inserto, en el que la comunidad comparte, en forma de ciencia, sus experiencias.

Pues bien, llegados a este punto, podemos decir que es una posibilidad latente (y un intento verdadero ya hecho) el que lo obligatorio en determinada institución coincida (lo más que se pueda) con lo necesario. Naturalmente las escuelas no poseen el criterio último para enseñar, ninguna cultura lo ha tenido. Los estudios etnográficos indican que todas las culturas han buscado que los nuevos integrantes de su civilización, los educandos, reproduzcan los rasgos de la cultura que los trajo al mundo, que los mantiene y lo protege; parece un valor universal antropológico que los niños deban ser el vehículo para la trascendencia de los valores en los que creen y a los que se dedican los adultos. Y no obstante, la adaptación y el cambio cultural parece necesario, al menos siempre que se dispone de los recursos para la acción. Pero no porque la cultura cambie la educación en ella fracasa.

En sentido riguroso, lo que diga a continuación del pretexto aludido arriba es injusto para el autor, porque estoy tomando una fracción de su obra, ni siquiera un capítulo íntegro. Lo inquietante de las palabras de Domingo Argüelles es lo conveniente de su argumentación y lo sospechoso de su mensaje, por lo demás, de la falta de inteligencia, he dicho lo suficiente. Es absurdo creer que hay buenas argumentaciones histórico sociales en unas cuantas páginas, que quede claro que hago este comentario en calidad de parásito de "La obligación y el deseo", en "La lectura como valor escolarizado". Mis contraargumentos son simples: 1) la lectura obligatoria y útil puede ser necesaria; en algunos casos podremos convenir los presentes que algunos contenidos son triviales o desactualizados, pero creo que otros serán claramente relevantes: necesarísimos, si se prefiere; 2) los estudiosos que, siguiendo el modelo, son malas personas no son ninguna prueba de error absoluto del modelo, porque también existen los eruditos que además de saber su especialidad, conocen buena parte del mundo cotidiano, son buena gente e incluso sabios; de todo hay en la viña del señor; 3) la creatividad de los educandos no es un descubrimiento reciente y los sistemas escolares reconocen su importancia desde antaño, el problema es que tenía otro nombre y se aplicaba sobre otros objetos de conocimiento; la creatividad es un modo de ser equiparable a la libertad, y se separa de ésta última por desarrollos científicos y discursos contemporáneos, como la heurística, la psicogenética, las inteligencias múltiples, etc.; demasiadas discusiones pedagógicas descuidadas y simultáneas son las que propician y generan la confusión de los propios pedagogos.

El mensaje, por su parte, es sospechoso porque parece dar en el clavo, pero es posible que sólo confirme el statu quo de la educación y simule una especie de liberación cumpliendo de paso una función que nunca se propuso. Es decir, tener formación es deseable porque, además de permitir la libre creación de nuevas formas, posibilita la vigilancia de los procedimientos y de las aplicaciones de las teorías. Si no se conoce a profundidad, varios procesos resultarán invisibles, naturalizados, y eso supone sometimiento a aparatos supraestructurales, los cuales, lo sabemos, como son simbólicos, epifenómenos dados de acuerdo a relaciones abstractas, uno puede pasar de largo por la vida y no tocarlos ni modificarlos en absoluto. Ese es el destino que tendrá todo ciudadano no partícipe de una comunidad científica, y no se accede a esa esfera si no se participa del conocimiento disciplinario, exigente y --hay que decirlo-- no enteramente placentero. Guiados por el deseo, todos conoceremos y produciremos cultura, es verdad, pero no podremos ser vigilantes de las formas que otros ensayen con grandes sectores del mundo. No es un riesgo infundado el que se diga que la educación basada en las competencias y en el desarrollo de la creatividad (¿por qué no en la adaptabilidad cognitiva?) tenga resultados negativos para la actividad científica, en cuanto a incursionar en ella se refiere. Quizá la razón está en cómo se aplica el modelo, con qué recursos se cuenta en cada institución, pero el hecho de que los estudiantes egresados en la actualidad opten por el placer de no dedicarse al conocimiento sino al consumo a mí me sugiere que, en alguna alta esfera, el sistema dispuso aquí generásemos mano de obra barata, no gente lúcida y con criterio para la toma de decisiones importantes. De ahí que el ensayo sea sospechoso, porque por un lado critica la competitividad y también el capital que ha vanalizado los temas, pero al mismo tiempo afirma positivamente la creatividad, como si por estimularse hubiese ya la garantía de que los estudiantes van a llegar a conocer y a tener criterio para actuar de la mejor manera posible. Hacer las cosas porque se desean es un ingrediente, el otro, indispensable, es el conocimiento, expresado en el nous.

Somos hijos de la propaganda, se nos enseñó desde la cuna a elegir entre los productos ofertados en el mercado y a tomar siempre el que deseemos, mientras lo podamos pagar; y para el que es solvente pero que no sabe, de ningún modo lo conveniente, a su juicio, es lo desagradable.