domingo, 31 de agosto de 2014

Conocimiento e información

En respuesta a las prácticas que tratan indistintamente la información y el conocimiento. Mutatis mutandis, para los que llaman además comunicación a la exhibición de una mercancía o a la reproducción de informaciones:

La información se distribuye por medio de canales efímeros y débiles, su cuerpo es así de estrecho, maleable y unitario que puede pasar de un lado a otro y copiarse a pesar de la limitación de un ámbito concreto. En cambio, el conocimiento es más robusto y merece más atención. No es rígido en el sentido de frágil, sino estructurado y potente, es amplio y articulado, es decir, es un elemento producido, no es aleatorio, y detrás de su rostro actual siempre hay muchas conceptuaciones y experiencias, no siempre fáciles de captar o intuir. Por esto, cuando aparece un conocimiento, no acontece una mera intrusión del presente, un evento cerrado y fugaz, sino que ha atracado una nave tripulada por muchos seres y alianzas posibles.

Es verdad que el conocimiento es un medio para la invasión. Esta cualidad la conocen bien los estudiantes y doctos de las instancias del colonialismo y no es difícil de descubrir desde otros caminos; pero no es la única cualidad que puede marinar una nave del saber. Su código básico es tan brillante que permite buscar, antes de zarpar, saberes opuestos y complementarios para formarlos parte de esa unidad que está, a fin de cuentas, en el mismo barco.

Por genuino, libre, desarrollado, experimentado y muchas otras razones, el conocimiento no puede ser copiado. Nos es un objeto de consumo ni un servicio de mera expectación, es una producción, un hacer y un esfuerzo. Sólo relativamente hablando es un producto, es decir, es una metáfora darle forma de objeto, porque es un trozo de vida, una parte de la propia y de la mismísima vida de los otros.

Nada de esto último es la información. Claramente es compuesta, pero pertenece a otra dimensión más ínfima, menos orgánica y menos narrativa. Su historia es más mensurable, es como un paquete digital, una molécula de datos, algo así de pequeño y reproducible, mas no procreativo. En efecto es un producto cultural, solo que carece de capacidad deliberativa; es consecuente con unas reglas, con un conocimiento o una asociación de conocimientos, pero no posee facultad alguna de escuchar y responsabilizarse ante las personas. No es un pedazo de la vida, es un objeto o un elemento de los segmentos difusos de la existencia.

La información tampoco es el eco, el darse cuenta de algo, el recuerdo ni la reflexión, es un pedacito, un escama, una astilla, un grano, una nube lejana, la cara muda de la luna; el parpadeo de un ser vivo; la letra muerta y el polvo sobre ella; el filo de los instrumentos; los formatos de las acusaciones; la extensión de los archivos o el orden de los directorios; es, pues, dos datos, nunca un hogar.

Llegar a ser capaz de construir el conocimiento no es ni debería ser solamente un derecho básico de autonomía, es un fundamento de la educación, la libertad y la creatividad, algo que por cierto ocasiona mucho -pero mucho- placer y diferencia.