miércoles, 1 de abril de 2009

Un nuevo giro al blog: Kuilg

"Kuilg" es otro de los términos que sobrevivieron de aquella lengua imposible. Su principal característica es que no es un sonido fácil. Pronunciar la "l" y justo después la "g" causa alguna incomodidad. No es para tanto, después de todo, sólo se trata de una palabra inventada para un propósito que ya no existe: construir una utopía que no se constituyó y ya no puede traerse al intelecto, que murió, y como con todo lo que muere, no volverá en su singularidad. Mientras yo olvidaba esta parte de mí que deseaba otro tipo de pensamiento, ambas palabras, el "kuilg" y el "zeyrus" se mantuvieron a través de lo años; me identificaba y me construía con sus nociones correspondientes.

El significado de kuilg básicamente era rey, gobernador, director, o príncipe, amo y señor. El idioma que nunca vio la luz era, en parte, un simplificador del castellano. Mantuve la palabra kuilg y me la atribuí como acto de autoafirmación. Necesitaba creer entonces que era un verdadero administrador de un principio de realidad (el principio zeyrus, el odio), pensé que mi mente era un kuilg. Los orígenes de la palabra (porque también tenían esos vocablos raíces históricas) venía de una tribu, una familia que se encargaba de gobernar a las demás familias, era, si se prefiere, el nombre de una dinastía ficticia. Kuilg derivaba de este modo de la forma primitiva "kylk" (advertir, aconsejar, debatir). La historia de los miembros de la familia Kuilg consistía en dar razones a los demás de sus decisiones. Ellos eran, en principio, retóricos, persuadían, convencían, y sin embargo, gobernaban aunque no tuvieran la razón. Este detalle de una ficción me hizo tentador usar al término kuilg como sinónimo de mi propia mente, a la que consideraba un gobernante ineludible de mis actos de orden de mundo (todo mi mundo era orden).

Tan pronto como comencé a llamarme Zeyrus Kuilg (señor del odio) me convertí en un solipsista en sentido estricto. Y no abrí las puertas de mi "reinado" de odio a persona alguna hasta que conocí al elemento que alteraría por siempre el sentido que tenía de mundo y totalidad de la realidad.

Hace unos ochenta meses conocí, se me reveló, lo espontáneo y lo ajeno. El principio opuesto a zeyrus, el emels, sorprendió mis días y desbarató mis creencias, del mundo y de mi persona. Con la representación de la unión inmediata (el amor) mi solipsismo se quebró y, en cuestión de pocos días, escuché cuál era mi destino final, mi nueva y última dirección. Tenía que recuperar la utopía en mi vida, y me embarqué en una empresa de la cual no espero salir mientras viva. Las primeras venturas fueron agotadoras y llenas de confusión, de inconsistencias. De las pocas cosas concretas que recuerdo que cambiaron está que desapareció mi identificación con Zeyrus Kuilg, dejó de ser el nombre de mi propia persona y comenzó a designar un alter ego, un falso yo, el yo del ciberespacio. El mundo me parecía tan raro en esos tiempos, alrededor de mí todo era confuso, pero el fondo de la realidad era luminoso y claro (mítico).

Uno de los diversos caminos que tomé fue comenzar a escribir pensamientos y publicarlos. Con esta labor esperaba aclararme la conciencia, que durante muchos años mantuve dando vueltas sobre el punto de la separación. El giro del blog Zeyrus Kuilg ya lo he explicado, pretendía algo muy específico y ya obtuve unos resultados suficientes que he aprovechado. Ahora estoy buscando algo distinto, ante todo una especie de propagación de mi intencionalidad, por lo que ahora asumo enteramente este espacio como un blog de corte personal como la mayoría de los blogs, creo el 60% de los existentes (revisar). Me permitiré escribir más cosas, y por eso actualizaré con más frecuencia.

Zeyrus Kuilg no dejará de ser el nombre del blog, pero ahora será una premisa, una plataforma para hablar de la tesis que intentaré defender, pese a que tengo poderosos pensamientos rivales. Dicha tesis dice que hacer el bien nunca sale sobrando. Un adelanto de cómo argumentaré lo contiene la "broma" siguiente:

Ando con razón pero sin ella.

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