sábado, 18 de abril de 2009

El triple fundamento

“Es que es imposible una prioridad intrínseca del saber sobre la realidad ni de la realidad sobre el saber. El saber y la realidad son en su misma raíz estricta y rigurosamente congéneres” (Xavier Zubiri, Inteligencia y Realidad, p. 10)


Cuando mi maestro Prada Oropeza me encargó leer para la clase Introducción a la filosofía unas fotocopias del texto Naturaleza, Historia, Dios (también de Zubiri), supe que me estaba presentando a un autor de un cuidado especial. Leí cinco veces esas fotocopias, no tenía tiempo para leerlas más, y no las entendía. Mis prolongadas confusiones mentales sólo me arrojaban hacia la pregunta: "¿qué es la totalidad de lo real?". Ahora que veo esta frase inicial de Inteligencia y realidad, escucho en mi foro interior múltiples ecos que inician conversaciones virtualmente infinitas, y una voz que me recuerda mi principal desacuerdo con la historia de las ideas de occidente... el supuesto principio de realidad del Ser y el de la intelección, que a veces se disputan la radicalidad y a veces se afirman en un mismo momento fundamental, no son suficientes. El primer principio mencionado es el clásico de los clásicos. La tesis que dice, en general, que el mundo objetivo tiene prioridad sobre nuestra subjetividad. El segundo principio es el que se desarrollará a partir del socratismo (que, según, buscaba definiciones con tal de ofrecerle mejores medios de salvación a una cierta subjetividad o alma) y que después de generar una nueva mitología del Hombre en el Renacimiento alcanzó su autonomía en la autoevidencia cogito ergo sum.

No me apena aceptar que los antiguos textos filósofos (donde aparece el problema del Ser) son ahora mera literatura, textos que cargan con una fatal referencia de ser fundamentos históricos de la filosofía actual, pero que se encuentran irrevocablemente distantes a nuestra circunstancia y cuyo entendimiento objetivo y universal es irrecuperable; todavía somos, sin embargo, lo suficientemente razonables y pudorosos como para conservar la reproducción de la actitud académica neutral así como nuestras funciones político narrativas, por lo que ideamos modos para afirmar que aquí Platón dice así y allá Aristóteles dice asá. Respecto a los preclásicos modernos y a los problemas sobre la intelección que derivan del criticismo y del idealismo alemán, ha quedado ya clara su insuficiencia dados los acontecimientos históricos inesperados e indeseables y las críticas teóricas hechas a lo largo de los siglos XIX y XX. No basta la intelección pura para justificar la puesta en marcha de un esquema funcional y racional del mundo. La singularidad y la diferencia estarán siempre apelando contra esta re-presentación resultada de un principio subjetivo de realidad.

Ser y saber, Occidente se ha preocupado por estas cuestiones ontológica, metafísica, lógica y epistemológicamente. No basta determinar a la realidad y a la intelección como dadas a la vez, sin prioridad la una sobre la otra, como congéneres. No toda vez que se trate de un fundamento dual puro, falto de movilidad, apertura, fluidez, dinamicidad. Es justo incluir a la formalidad axiológica y temporalizante en el ser y en el saber. La valoración no es necesariamente la propia, tampoco es necesariamente conocida en su singularidad pero sí es necesaria en calidad de fundamento agente:

La intelección sabe, la realidad es y la valoración acciona.

1 comentario:

Enrique dijo...

Luego de explorar y comprender más a fondo la tesis de la Inteligencia Sentiente, (gracias, DJ,) siento mayor simpatía por Xavier, pienso que, en verdad, este muchacho mejora las conjeturas de la filosofía alemana de la época. No podía esperar menos de la tradición filosófica en lengua castellana tan vivamente nutrida del espíritu diferente de los árabes y los americanos. No obstante, estoy en desacuerdo con el modo en que X. Zubiri habla de una Inteligencia Sentiente, en este nuevo concepto está encerrando el triple fundamento al que aludí arriba, y encriptarlo niega gran parte del diálogo directo con el discursivo andar de las ideas de la generalidad de los hombres.