viernes, 17 de abril de 2009

Nosotros

Supongamos que nunca paro de hablar. Supongamos que me escuchan. Supongamos que algunas de las cosas que digo se entienden, no sólo como palabras que existen, sino que significan y pesan, las someten a juicio o a consideración de la conciencia. Si esto ocurre, entonces comienzan a inferir a partir de proposiciones dadas por mí o de contenidos de conciencia que no tienen un origen estricto en ustedes mismos, sino en mí, que soy un otro que habla y es escuchado.

Supongamos que retienen lo que digo y le encuentran cierta coherencia. Piensen que esta actividad suya permite el despliegue, por obra mía que enuncia y suya que decodifica, de alguna estructura lógica. Crean de esto que su pensamiento fluye y entiende.

A veces podrían sentirse identificados con las ideas que se van encadenando en su mente, quizá, aunque ajenas (mías), se reconocen en ellas, son parte del ustedes de otro momento sin mi presencia, un momento pasado que fueron y se va presentando a través de algo no suyo, emergiendo, renaciendo. Tal vez de todo lo que escuchan comprenden finalmente una serie de contemplaciones pasadas que fueron relegadas por cualquier urgencia, y recuerdan y resuelven. Otras veces, desde luego, podrían sentirse distantes respecto a las proposiciones que enuncio, desinteresados o incluso sentir aversión, molestia o simplemente olerse algún engaño venidero. Podrían ver un estereotipo, una idea falsa, un equívoco y no comprar la idea. La valoración positiva de una proposición la hace permanecer en la razón, la valoración negativa la retira del foro de la conciencia y evita su reproducción directa.

Cada una de mis proposiciones, de mis conjeturas, entonces, podría tener esta característica: la de ser valorables, ser aceptable o no aceptable. No todo el conjunto de proposiciones necesariamente debe tomarse como bueno o malo, existe el gris, no sólo el blanco y el negro, y el gris no tiene por qué ser bien distribuido y uniforme en el todo, podría presentarse como una ligera mancha del conjunto. Esto porque es posible valorar como bueno algún elemento que constituye el conjunto, alguna unidad proposicional, mientras se valora como malo el resto del conjunto. Lo que hace a un elemento una unidad proposicional es, justamente, que su valoración puede no coincidir con las del resto del conjunto, pues en sí misma genera un sentido y una actitud. Por eso lo que puedo decir puede llegar a representarles un gran esquema blanco, un gran esquema negro, un gran esquema pinto, un gran esquema manchado, un gran esquema con un único lunar y así podría decirte que en muchos otros modos posibles. Cuando el equema no es homogéneo, entonces se dice que carece de uniformidad valorativa (un tipo de pureza).

Finjamos, todavía más, que sabemos escuchar, que ustedes pueden ser uno: tú; que yo puedo ser tú y que tú puedes ser yo, que tú y yo podemos ser uno: nosotros.

Entonces, si algunas proposiciones dadas guardan con ustedes alguna afinidad y otras no, podrían defenderlas bajo su criterio y buscar que el conjunto de proposiciones entendidas conserve una misma uniformidad valorativa. para lo que podrían interpelarme y presentar o bien un grupo de ideas que les parecen que no pueden admitir la presencia de una idea aislada que ha sido negativamente valorada, o bien lo opuesto, una defensa apasionada de una idea aislada que quiere anteponerse a todo un grupo o situación de ideas negativamente valoradas que no se admiten porque entran en conflicto valorativo con la idea contemplada positiva. Los listos de ustedes podrían generarme los suficientes motivos para que yo vea el conflicto valorativo de una falta de uniformidad valorativa. Podrían guiarme hacia una contradicción oculta en mi enunciamiento primero siendo que han escuchado de un modo lógico conflictivo.

Básicamente, podemos negar cada unidad de sentido si la valoramos desfavorablemente. Pero el orden valorativo no es meramente subjetivo. El maestro Platón nos ha dado la noción de que puede ser también parte del orden ontológico. Este es uno de los misterios del eidos de la Belleza.

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