La mediocridad también busca su reconocimiento y argumentará méritos propios donde no hay más que agua, tierra, aire, fuego, elementos de todos los días.
Las políticas de coexistencia, comunidad y creación diversas deben contemplar y adecuar medidas para estas poblaciones de equívoco avance, distribuidas en todo el globo como distribuidos están los educandos y los distraídos de conciencia por algún atascadero.
Cualquiera sabe que las intervenciones de los tontos a menudo dan más trabajo. Sean encauzadas sus acciones hacia un vertedero de daños reducidos -tal como ocurre en las crianzas habituales de niños pequeños- y permítase cierto margen para que metan su cuchara también en los guisos importantes, para que los primigenios dioses del caos den lecciones esporádicas de sorpresa o serendipia a la historia de la conciencia.
Pero la materia es exigente y las ideas buenas, escritas siglos atrás, siguen sin ser operativas entre distintos obstáculos de escasez, de atavismos y de mala fe. De ahí que veamos agresiones y coacciones de innumerable clase y contexto, puestos delante como medida para resolver el problema -naturalísimo- del error percibido.
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