Se me pide un ejemplo de digresión.
Conjugue su configuración biopsicosocial preferida con un montón incalculable de aleatoriedad y tendrá la vida, esa irreductible e inexplicable vida de la que se habla con tanto odio como orgullo, de la que tanto se canta y tanto se truena chicharrón. Por ella se protege la inocencia y por ella se origina la crueldad. Si uno busca una pequeña partícula de espíritu, la encontrará, pero si uno busca una pequeña hebra de rebaba, la encontrará también, al cabo que todo se dilata con análisis y todo se contrae en síntesis. La raquítica voluntad moderna, pajilla al viento, no hace más que sumar desorden al tiempo, hacer del tiempo un tiempo más pesado, en su ya de por sí honda vocación por el exceso y el pecado. ¿Qué más da rodar o triturar? Las alas se colocan para ir a lo alto o para caer, son idénticos caminos si quedaron olvidados o en rezago los límites y los fines particulares; errores y ventajas, acaso lo mismo, existen para pesar a cuestas sobre Sísifo, mientras éste y su montaña es catapultado hacia el otro lado del mundo, despedazado el Tártaro y los momentos más lacrimosos y patéticos. ¿Pero con quién hablo o a través de qué soy hablado si la esfera no se mantiene? Sin embargo, no se mueve. La creación (a.k.a. libertad) soporta en tanto resiste y alberga, con su manto, cual Nut. Más que un telón de fondo en escena, la constante es el teatro mismo y su posibilidad humana, es la herencia y la deuda de todos, es su diferencia trascendente y además inmanente, como enseñó el Tao. Compositor por antonomasia y simple obra particular, pertenece a la razón y a la revelación por igual, un cara-cara y un innatismo. Al final separará todas las mundializaciones miopes, ridiculizará las falsas democratizaciones y será juez de los tribunales futuros contra las explotaciones psíquicas.
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