miércoles, 31 de diciembre de 2014
No público
Cada paso que doy es un paso en falso en la medida que pudo ser otro. El criterio para determinar cuál es mejor de los caminos no estará listo en esta vida. Cuesta trabajo acatar que los universos alternos se desdibujen conforme avanzan las fases de la variable en observación y se acumulan las decisiones que la modifican. Pesa que las claves para explicar las piezas del gran rompecabezas se sigan desacomodando. El último enigma de la Esfinge no está para ser vencido por un puñado de civilizaciones que todavía, confundidas, creen ser una sola. El último de los eclipses de la humanidad no será una gesta que narren nuestras canciones. Por eso debemos conservar nuestra sentido de futurición y adoptar cada vez mejor nuestra responsabilidad con las generaciones futuras, con la vida de los otros por venir, aunque eso signifique mirar vacío un tiempo más.
martes, 30 de diciembre de 2014
El tiempo esculpe también el mal
Si pudiésemos tirar de todas nuestras líneas dejadas atrás, no habría más embarazados de ansiedad, solamente veríamos hacia el porvenir, con la mejor de las actitudes, sabiendo que hemos completado todas nuestras tareas pasadas y que lo único que queda pendiente es cerrar la próxima historia. Si pudiésemos concluir todo del pasado, solamente quedaría el Yo y su final feliz. Esta ilusión es el deseo llano de los más privilegiados y en conjunto han logrado convertir la vida normal en una banda sin fin diseñada para no mirar atrás, en contra de la realidad consciente. Por eso el escenario típico está cargado hacia delante y lo que vemos a cada vuelta de la esquina es un desbordamiento emocional, una estimulación copada. La música redobla, salta un Aquiles, lanza en mano, se detiene en el aire y cierra el telón. Cierra todo, pero para despertar la intriga, el silencio así solamente promete más placer, la renovación de la excitación. Pero desfigurado el orden fundamental del mundo y su temporalidad-finitud, las obras pierden sustancia, y algo digamos valioso como la relación entre Héctor y Aquiles se desvanece. Una historia llevada al cine, sin reflexión o actitud melancólica, es más cine que historia, una carcasa de valores, es actividad sin contenido. Esto es en cierto modo lo inhumano, que se despliegue aquello fuera del reino de la libertad.
El ángel benjaminiano de la historia enternece por recordar con relativa claridad los problemas de tener los pies sobre un proceso productivo acelerado y forzoso, pensado para que participemos pasivamente de él, sin libertad. Es lo bastante rápido para convertir los castillos de arena en construcciones de agua, agua que se escapa entre las manos sin los instrumentos para modelarla. Las moléculas son estructuras, pero la carga para edificarse en tales condiciones es nula. (¿Cuál será tu hogar?) Si por avance se entiende y se practica sobre todas las cosas el abandono de medidas viejas, tomadas éstas en su momento de forma incompleta y con mucho de ellas aún por probar, entonces, se arremolina el olvido y nos abraza a todos. Así se crea otro infierno sobre la tierra, el despeñadero de los otros, donde cada otro yo es sacrificado obligatoriamente para que la máscara que uno porta pueda seguir corriendo hacia una nueva calidez. Dicha máscara, sin los otros, es un vestigio no reconocido, es esa a la que ya no miramos antes de ponernos y que carece de reflejos para tomar el doble papel.
Todo esto es una obviedad. Las formas vertidas hacia fuera y las vertidas dentro entraron en desequilibrio. Si es cierto que son eternos no pueden anularse al final de los días, pero el dominio prolongado de una parte puede destripar la armonía. Hoy son señores los activos sobre los pasivos, se los distingue por su desprecio a la memoria, por negarse a hacer pasar por el corazón dos veces el mismo tema. Nuestros pasos hacia delante son nuestros actos hacia atrás. Sin la memoria del pasado, el futuro pierde su valor general. El sentido es inherente al ser, pero la dirección que mantiene se reserva sólo para los autómatas que no han descubierto las preguntas. Pero algunos de nosotros, androides mitad organismo, mitad fábrica del mundo, todavía recordamos las preguntas, recordamos las viejas historias y tratamos de empujar sus posibilidades hacia el futuro. Para separarlas de la escoria, buscamos metales y elaboramos herramientas con distintos propósitos.
Cuando menos son dos las intenciones que trabajan para el mañana. Una pretende jubilar las formas pretéritas para recibir la buena nueva. Asume que esta obra futura está ya hecha y que necesariamente sustituye los espacios y maneras de las especies anteriores. Esta inflada de aceptación al cambio. Cualquier cosa que venga será fantástica en su concepto, por eso preparan sus pies, miran atentos las oportunidades de cambio y derrochan los recursos a la mano. Son el viento que corre y peina los bosques, el fuego que consume y entrega claridad, la tierra que se abre y entrega frutos, el agua que se oye, son las herramientas ya dadas para transformar. Esta intención, positiva como todo lo que es, es la de los pioneros, los campeadores, los conquistadores. Su trabajo es conseguir aquello agotado o reemplazar lo podrido.
La otra intención es la que llama a revisión. Su trabajo convoca distintas miradas, las precisa, pero la mayor parte de las vueltas que da las hace en solitario. Por eso es una intención cansina. Recibe poco, y así es mejor para su carácter. Se trata de una especie de intención que captura tópicos del entorno y trata de hacerlos trabajar en distintas condiciones. Procesa la mucha información que ocurre en los espacios pequeños, mira entre líneas, debajo de las piedras encuentra emociones suficientes. Su observación majestuosa no le demanda a su portador expandirse a sus anchas por el globo. Es tan poco su movimiento exterior que no parece mirar el frente. Son seres de reflexión, es decir, un juego de espejos, no necesariamente eruditos, no necesariamente memoriosos, pero siempre atentos a objetos en cierta clase de repetición, sometiéndolos a prueba para extraer su clave oculta. Sin estas intenciones, las obras del porvenir, las buenas nuevas, no podrían adquirir mayor complejidad, esa otra fuerza en las cosas para resistir las vicisitudes del camino.
Las dos figuras de humane son imperfectas y no deben existir sin la otra. Las intenciones observadoras o de bilis negra se corrompen con facilidad. Necesitan entornos que no estén saturados para producir, y si están sometidos a la reproducción general de la extroversión y la carrera contra el tiempo se aturden y se obligan a traicionarse a sí mismos. También, si se les entroniza, puede forzar a los demás a dar giros sobre un misterio sin solución posible y hacer de los cuestionamientos afrentas dignas de castigo severo. El Evangelio, por ejemplo, podría ocasionar, otra vez, atrocidades sin nombre. Las intencionalidades brillantes, impulsivas y actualmente dominantes son pésimas conservadoras de memoria y orden, entonces si tienen la necesidad de someterse, dado que no pueden concebir su destino mitigado sin ser la llama divina, forzarán a sus amos a ser crueles y poco racionales, a cerrar las negociaciones y a quebrar los pocos acuerdos alcanzados. En el poder, las intenciones de poco pasado son perfectas locomotoras, que atropellarán sin sentir la pena ni las consecuencias de sus actos sobre los demás. La crueldad parece su estrella.
Se comprende perfecto el anhelo de los privilegiados del presente de eliminar el tiempo e instaurar la eternidad en la tierra. Si hubiese un tiempo infinito, los melancólicos podrían promover sus discusiones en todos los espacios y develar a los activos cada diferencia pasada por alto. Pero el paso de los hechos es material, y los pasados se tienen que desechar parcialmente, mientras los atisbos de futuro se tienen que tomar igualmente de modo parcial. De modo que la selección de unos se confrontará necesariamente ante la selección de otros. Así que no habrá fin de la historia mientras el lenguaje incluya en sus solos enunciados su propia réplica.
Por esto, la violencia también puede ser un ejercicio de libertad. Las pautas para dejarla de lado (si tal cosa puede acaso hacerse según grado), son condiciones no garantizadas, mientras en ciertos procesos -con la bastante claridad desarrollada- son condiciones no deseables.
La otra intención es la que llama a revisión. Su trabajo convoca distintas miradas, las precisa, pero la mayor parte de las vueltas que da las hace en solitario. Por eso es una intención cansina. Recibe poco, y así es mejor para su carácter. Se trata de una especie de intención que captura tópicos del entorno y trata de hacerlos trabajar en distintas condiciones. Procesa la mucha información que ocurre en los espacios pequeños, mira entre líneas, debajo de las piedras encuentra emociones suficientes. Su observación majestuosa no le demanda a su portador expandirse a sus anchas por el globo. Es tan poco su movimiento exterior que no parece mirar el frente. Son seres de reflexión, es decir, un juego de espejos, no necesariamente eruditos, no necesariamente memoriosos, pero siempre atentos a objetos en cierta clase de repetición, sometiéndolos a prueba para extraer su clave oculta. Sin estas intenciones, las obras del porvenir, las buenas nuevas, no podrían adquirir mayor complejidad, esa otra fuerza en las cosas para resistir las vicisitudes del camino.
Las dos figuras de humane son imperfectas y no deben existir sin la otra. Las intenciones observadoras o de bilis negra se corrompen con facilidad. Necesitan entornos que no estén saturados para producir, y si están sometidos a la reproducción general de la extroversión y la carrera contra el tiempo se aturden y se obligan a traicionarse a sí mismos. También, si se les entroniza, puede forzar a los demás a dar giros sobre un misterio sin solución posible y hacer de los cuestionamientos afrentas dignas de castigo severo. El Evangelio, por ejemplo, podría ocasionar, otra vez, atrocidades sin nombre. Las intencionalidades brillantes, impulsivas y actualmente dominantes son pésimas conservadoras de memoria y orden, entonces si tienen la necesidad de someterse, dado que no pueden concebir su destino mitigado sin ser la llama divina, forzarán a sus amos a ser crueles y poco racionales, a cerrar las negociaciones y a quebrar los pocos acuerdos alcanzados. En el poder, las intenciones de poco pasado son perfectas locomotoras, que atropellarán sin sentir la pena ni las consecuencias de sus actos sobre los demás. La crueldad parece su estrella.
Se comprende perfecto el anhelo de los privilegiados del presente de eliminar el tiempo e instaurar la eternidad en la tierra. Si hubiese un tiempo infinito, los melancólicos podrían promover sus discusiones en todos los espacios y develar a los activos cada diferencia pasada por alto. Pero el paso de los hechos es material, y los pasados se tienen que desechar parcialmente, mientras los atisbos de futuro se tienen que tomar igualmente de modo parcial. De modo que la selección de unos se confrontará necesariamente ante la selección de otros. Así que no habrá fin de la historia mientras el lenguaje incluya en sus solos enunciados su propia réplica.
Por esto, la violencia también puede ser un ejercicio de libertad. Las pautas para dejarla de lado (si tal cosa puede acaso hacerse según grado), son condiciones no garantizadas, mientras en ciertos procesos -con la bastante claridad desarrollada- son condiciones no deseables.
lunes, 29 de diciembre de 2014
Seres sin verdad
Si el otro es concebido con desgana, el ego se desplegará con muy pocas facultades.
Uno de mis maestros quietistas me explicaba: "Tu Voluntad no puede seguir a Dios. Cualquier imagen que te hagas de él es un reflejo borroso e incompleto de algunas de tus propias partes. No entres en conflicto con la ignorancia de tu semejanza santa."
Pobres de aquellos que acepten la paz de los castrados. Me refiero a tres tipos de castrados: los abrumados que miran estoicos hacia el destino, porque ellos tendrán que vérselas con el Inefable y no verán a los otros que habitan, ínfimos, pero cercanos a sus fibras; luego, los sujetos que, a fuerza de ejercer su delirio, ataron su destino al daño de los otros volviéndose abusadores; finalmente, los castigados o vencidos por una locura territorial, que llamarán conveniente la tiranía del segundo y dejarán que acumule fallas hasta el cielo.
La verdad de los enunciados es un valor veritativo funcional. A pesar de su practicidad reducida a la conciencia, también es un compromiso general en las formas: la figura concreta asequible del valor de certeza o constatación queda así atravesada por las impresiones universales, las que tejen un mundo de estructuras recurrentes para la multiplicidad de casos.
Los intencionados de irreductibilidad (la tal figura concreta) tienen un modo de sobrevivir a las formas categoriales: abandonar la función veritativa, el allende sí mismo. Sin un lugar otro al cual comparar, cancelada así la analogía y el signo vulgar, solo queda el objeto presente, la singularidad sin principio ni fin.
Tales son los seres que pululan en la realidad. Pero no podemos dejarlos así, en la indistinción. Sus conglomerados adquieren funciones, compromisos formales, y en consecuencia, disponibilidad para la mente y los lenguajes, medios estos de unión entre las muchas terminales que somos los humanes.
Entonces estos seres, más próximos al origen que cualquiera de nuestras ilusiones (engaños unas, anhelos otras) deben ser abandonados, y en algunos procesos, olvidados. La razón está en la antropología teleológica y deontológica a que aspiramos, es decir, en una historia que no aparece aquí.
Tales son los seres que pululan en la realidad. Pero no podemos dejarlos así, en la indistinción. Sus conglomerados adquieren funciones, compromisos formales, y en consecuencia, disponibilidad para la mente y los lenguajes, medios estos de unión entre las muchas terminales que somos los humanes.
Entonces estos seres, más próximos al origen que cualquiera de nuestras ilusiones (engaños unas, anhelos otras) deben ser abandonados, y en algunos procesos, olvidados. La razón está en la antropología teleológica y deontológica a que aspiramos, es decir, en una historia que no aparece aquí.
domingo, 28 de diciembre de 2014
Signos sexuales en binomio
Si los objetos alargados, incluidas las armas punzocortantes, son representaciones del falo -tales serían los dedos, las extremidades para moverse, incluso la cabeza con respecto al cuerpo humano erecto- entonces sentimos que su omnipresencia es lo bastante amplia para ser ineludible, un arquetipo sin igual. No obstante tiene competencia, pues los objetos abultados, cóncavos o convexos, que representan círculos densos o partidos -espacios habitados-, como los ojos y los ombligos, todos representan la vulva. Algunos sexistas han querido explicar modelos que derivan circunstancias varias a partir de una experiencia con el falo, pero pueden igualmente modelarse explicaciones (como se ha hecho ya) que tomen en cuenta los hoyos, el abismo y las cavernas, figuras que son sexualmente oblicuas pero ciertamente vaginales. La bóveda celeste en este sentido es un oxímoron, porque remite tanto al Padre como a la Madre. Es masculino porque representa el dominio del Sol, al Cielo lejano y severo, a los dioses proveedores de protección y leyes; pero también es ese espacio circular para ser, el mundo es como un huevo cósmico, o bien sus límites son como el amnios.
Si el mundo es una combinación de los aspectos y no pueden dividirse sin destruirse, quizá los signos diferenciados en la naturaleza solamente respondan a expresiones de ambas partes (que no son ya propiamente partes si no se separan) las cuales comunican un cuerpo limitado de sentido para nuestra percepción. Por ejemplo, la intervención y la penetración son figuras sexuales vinculadas a la masculinidad, pero la filtración y la impregnación tienen una importante carga femenina cuando son términos estrechamente cercanos a los primeros, pues en algunos casos pueden intercambiarse sinónimamente. El binomio sexual no existe necesariamente, es solamente un aserto teórico. Con motivos vitales detrás siempre podemos entrar en conflicto con él y dejar en suspenso su vigencia.
Si el mundo es una combinación de los aspectos y no pueden dividirse sin destruirse, quizá los signos diferenciados en la naturaleza solamente respondan a expresiones de ambas partes (que no son ya propiamente partes si no se separan) las cuales comunican un cuerpo limitado de sentido para nuestra percepción. Por ejemplo, la intervención y la penetración son figuras sexuales vinculadas a la masculinidad, pero la filtración y la impregnación tienen una importante carga femenina cuando son términos estrechamente cercanos a los primeros, pues en algunos casos pueden intercambiarse sinónimamente. El binomio sexual no existe necesariamente, es solamente un aserto teórico. Con motivos vitales detrás siempre podemos entrar en conflicto con él y dejar en suspenso su vigencia.
¿Por qué se mantiene la afirmación? Obviamente pensemos en sus celadores de significado. Nosotros hacemos la división, cortamos a la humanidad y los demás seres sexuados en las salidas 1 y 0. Pero el corte no responde solamente a una imposición arbitraria, también a una potencia creativa que nace de nuestras tesis vigentes. En ocasiones estas facultades son regalos definitorios para las conciencias. A veces nacen historias de vida que se pagan con continuidad, y son éstas líneas las que despliegan los valores teóricos. Si los seres humanos pudiesen partirse en cuatro (algunas tesis lo han hecho ya, incluso en cerca de una veintena de sexos), ¿entrarían en crisis sus valores activos? Pudiera darse el caso, pues algunos valores están construidos en clave universal; mientras más ambiciosos, más universalistas. No es que la modestia esté exenta de cerrazón de significado, pero entra menos veces en conflicto con la lengua de los otros. Más de un tipo ha encontrado con tristeza que aquello que piensa deseable y prescribe para la generalidad no equivale a aquello que lo realiza. Este es el meollo del problema para los celadores de la tesis binaria. La razón por la que no sueltan las interpretaciones dualistas de la realidad múltiple está en que los asertos activos del individuo (conciencia y hábitos) entran en conflicto con sus intereses propuestos. Por esta razón, el feminismo, por ejemplo, hace más vulnerables a sus practicantes de perder posibilidades de realización sexual, sean una ella, un él o un ello.
Las formas propuestas (por lo regular conscientes o al menos escritas en algún sitio) normalmente no se acomplan con las formas activas (por lo regular fuera de la atención conciente, a menudo nunca iluminadas por la mente del sujeto). Son las ideas activas las que definen al sujeto, formalmente (como sujeto-persona y sujeto-a) y a la vez en relación con todos los demás sujetos y objetos, mientras que las propuestas o las buenas intenciones son hechizos lanzados para resistir a una cierta opresión, para ir naturalizando una tendencia diferente a aquella que se volvió cruel mecánica de nuestro mundo y de nuestra constitución. Los hechizos pueden potenciarse y optimizar sus periodos de recuperación (así como en los juegos de video), solo es preciso enriquecer su núcleo halagüeño y abrir más y más las vías de acceso. Pedir menos compromiso con las formas propuestas y más con la derrota de la inercias. Una posibilidad: humane: ¿quieres ser más de dos? Sé uno diferente por cada año de vida y no olvides que la serie de nacimientos no reproduce igualdades. Más distintos son los bebés, los niños, los adultos y los viejos entre sí que las mujeres y los hombres. Otro hechizo: el hombre es un cuerpo sexuado para satisfacciones sexuales y reproductivas mientras la mujer es un cuerpo racional para la satisfacción de necesidades diversas de la existencia. Es decir, abracen sus opuestos sin perder la definición de su combate.
La irreductibilidad viene a cuento por estrategia, no por la ausencia plena de verdad.
jueves, 18 de diciembre de 2014
A medio camino en la antropología del consumo: el paro alternativo - Joo-wan Tutak
Necesito vivir y consumo. No puedo apagarme, mi maquinaria no está hecha de esa forma. Soy un organismo que demanda continuamente energía. Si me apagara, terminaría mi singularidad y acabaría mi existencia hasta cierto grado autoconsciente de su continuidad. Conforme dicta la tendencia universal y observable de la entropía, participo de la disminución de los seres que emergen, robo su orden y su energía, estiro sus relaciones hasta volverlas nulas. No obstante, soy una parte del todo. Puedo ser un ente absolutamente negativo o ser una partícula cualquiera en una fase delimitadamente entrópica de un sistema no abarcado para la generación de universos no observables.
Entonces consumo. El consumo es un eje fundacional de nuestra antropología contemporánea. El consumo es un término o una salida, es un punto de apoyo. Desde él es posible desarrollar ciencias de la conducta y la estadística para anticipar necesidades, consolidar poderes y tener finalmente una gestión de las distintas poblaciones del globo, a partir de observación, métodos y literaturas o tradiciones. No me puedo explicar de otro modo los pasos hacia atrás de la civilización sin este conjuro contra las arbitrariedades y fechorías de los dioses antiguos, o mejor dicho, en favor de las promesas de la razón.
La industrialización del mundo moderno no solo enfatizó el consumo para volver mensurables a los seres vivos y dejar el yugo de los valores transmundanos, también colocó el tema de la producción. ¿Qué podemos hilar de la comprensión de la Modernidad a partir de una sociedad o gran familia humana fundada en producción y consumo? Naturalmente la razón práctica otorgó un amplio repertorio de productos en sus distintos proyectos utópicos (obviamente la praxis racional dispone de elementos teóricos o ideales), lo hizo aún dogmatizada por la trastienda divina, aunque no todos los siglos, en particular este último.
El proyecto utópico que ha configurado la sociedad más reciente no es uno solo, si bien existió, al menos por un tiempo, un discurso hegemónico que le dio sentido a los organismos que configuran el panorama político: el mercado estatal. La utopicidad de las ideas detrás de este presente consiste también en que pueden operar aunque sus ejecutivos o promotores no tengan "el poder" en sus manos.
El barbomago Marx pensaba una utopía científica principalmente en términos de producción. Dedicaba mucha energía e interés a la acción como transformación material. Su legado fue tomado por diversos frentes que tomaron la bandera socialista. Cada vanguardia roja hizo una lucha que pagó con guerra, perversión o crimen. De una forma similar, los elementos neutrales del trabajo científico (es decir, en perpetua actualización) de Marx fueron tomados por los enemigos de su progenie más directamente comunista. Además, sus componentes utópicos, en perfecta consonancia con la cultura religiosa del mundo, fueron heredados por varios simpatizantes de la justicia, otrora, Justicia.
Poco importa atribuir hoy día responsabilidades a aquel viejo judío ateo o calificar con tremendos desprecios o halagos sus textos. Su obra es de dominio público y no es un meta sensata bloquear el conocimiento que se produce a partir de su referencia. Pero hay un par de ideas que deseo señalar después de este breve repaso. En primer lugar, los proyectos utópicos coexisten en diferentes fases y distribuciones. Unas instancias de ellos son meras ideas, otras ya son tareas de grupo, de construcción de espacios y realidades alternativas.
Dado que los esquemas a menudo son sistemas explícitamente oponentes (realmente contradictorios sabemos es improbable sea el caso), sus contribuyentes se atacan unos a otros, de modo que lo que unos construyen, otros socavan. Así, la experiencia cotidiana insiste tanto en que se puede construir nuevos lazos como en que no hay que colaborar con proyectos ajenos. La condición finita y material del tablero también muestra que no hay precisamente dos polos, si acaso grandes tendencias, varias. También, dado que nadie jala parejo, al menos mientras los signos resistan el ruido y persistan a la entropía, el sistema dinámico entra en una especie de equilibrio en donde nadie está contento de manera definitiva con respecto a su utopía o sus ideales. Este santuario es lo que hoy llaman cabeza o subjetividad, y el mundo que lo hace posible es el mundo de la 'democracia moderna' y sus garantías individuales.
En este sentido, el proyecto del Capital -sueño de muchos y según enfoque- no está totalizado en todos los sentidos: es decir, que por doquier hay proyectos que se resisten a su progreso, puesto que la realización de unos consistirá en la eliminación de las aspiraciones de otros.
La adscripción de un modelo no implica su conocimiento. Me sé ese cuento bien. Por ejemplo, más de la mitad de los ateos que he conocido son cristianos (a veces a su pesar, otras a su favor), no pueden rechazar su mentalidad por voluntad. Las nuevas humanidades del siglo, llamadas ciencias de la administración, gestión e información, detectaron que los sujetos son muy proclives a ser conocidos y anticipados de manera remota, es decir, manipulados, aunque se crean la cantaleta esa de ser únicos, especiales y amados.
México, otro ejemplo, no tiene propiamente una cultura ciudadana; aunque se defina al ciudadano en términos jurídicos. Su sociedad civil se hace patente por espasmos fuertes que no duran lo bastante como para madurar. ¿Qué clase de democracia puede tener un país así? Si en cierta medida no somos modernos, no podemos ser, en cierta medida, modernamente democráticos. Don Porfirio sabía la solución: aquí, haz familia y tendrás paro, y para que no te traicionen, dale chichi a quien te pida, solamente si es alguien de verdad, es decir, si es como de la familia. Las instituciones, por racionales que sean por definición, con esa base cultural, se pudren y se caen en su racionalidad tarde o temprano. Por eso el país es una joya para los extranjeros que huyen del orden totalitario y racional del desarrollo hegemónico, y claro, historias de gachupines que se cebaron aquí no faltan para amenizar la nueva familia que se nacionalice con ellos.
Al fin que los grupos políticos más fuertes (no "la izquierda" y "la derecha", sino las oligarquías tecnocráticas y plutocráticas frente a los grupos dispersos autonomistas y regularmente empobrecidos) parecen estar en una disputa entre el modo y la intensidad de consumir y de producir. Los primeros quieren que el mundo siga automatizado y los segundos que se vuelva a hacer política (porque la política murió, en mi opinión, en algún momento entre la primera y la segunda guerra mundial, lo que siguió fue un teatro de terror y alarmas). A los primeros les conviene seguir la inercia, están en primera fila y tendrán fácil acceso a la nueva tecnología desarrollada, y pueden presumir a todos que ellos son, con sus inversiones, los responsables de esos avances. Los segundos tienen una menor expectativa de vida y hacen de los valores clásicos como la libertad y el humanismo su refugio de sentido.
Pienso que estas tendencias están anulándose bastante. No es que la fuerza sea proporcional y la historia no se decante hacia algún lado, sino que la experiencia que unos y otros quieren generar efectivamente no está ocurriendo por causa de los otros. Creo también que en política contemporánea se está practicando en exceso la tercera vía de la paradoja dual. Una paradoja siempre se resuelve creando una salida viable no planteada en el problema original, como pasa con el nudo gordiano, ejemplo por antonomasia del "pensamiento lateral". Pues el mundo de hoy es un caso analogable: los que quieren acaparar la producción y entregar a todos los demás el consumo (a saber, los primeros, el uno por ciento), son incapaces de hacer eso; mientras los otros, el 99% que lucha contra la enajenación, son incapaces de hacerse cargo de la producción desde sus distintos niveles de empobrecimiento económicos y culturales para entregar, a todos aquellos que necesitan, el consumo. ¿Cuál es la tercera vía? Evidentemente, no producir, ni consumir, simplemente mediar. La tarea de todos, insatisfechos, ha sido ser mediadores, burlarse de ambos productores y consumidores mientras se encubre el enriquecimiento que genera esa tarea para que no caiga en desgracia para nuestros criterios morales de antropología consumidora. ¿Qué es el mejor emblema de esta mediación? La ciudad.
En un sentido, como empecé diciendo, yo consumo, para subsistir, no voy a evitarlo porque no me pertenezco como para optar por el suicidio; pero en otro sentido, no consumo, no para mi placer, ni para mi pertenencia. Conozco el costo social de no consumir, no me es ajena la impunidad que reina sobre el campesinado que, dueño de tierra y capacitado para darse de comer, deja de consumir y de elevar los índices de crecimiento económico. No consumir es severo. Pueden extinguirme sin que nadie haga nada. En cuanto a producir, pues sí, hago cosas, tomo decisiones libres, y a partir de eso ocurren consecuencias y tareas. Pero a la vez es un no hacer, porque con frecuencia el resultado es inmaterial, porque no es demandado, para nada sería colocado en el estante de un negocio, o en una cadena de producción. No consumo ni produzco, pero consumo y produzco. Ahí hay un matiz al alcance de todos. Mi hacer es un regalo, como mi subsistencia lo ha sido siempre.
Preguntas quedan un montón. Yo me llevo estas: ¿qué clase de mediación es la abyecta? Si negamos todo tipo de mediación, entonces, dado que Hegel, pues ya fue... De nuevo miro el abismo del caos, la entropía, la nada. Ahora bien, ¿es suficientemente amplio el usurero, ese "productor" a partir de aire? Luego me pregunto, ¿qué clase de mediador puede ser un sujeto en paro permanente? ¿Podrá evitar por su naturaleza caer en la clase definida justo arriba?
Un razonamiento parecido a este fue el que me hizo estar en paro indefinido. Creo que todo el país debería estarlo, pero el tribalismo es carnicero mientras tenga carne que machacar, por lo que soltar territorio probablemente solo engorde a algunos clanes en sus usos y costumbres. Habría que preparar algo para encausar la fuerza de quienes se resisten a engrasar la maquinaria.
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