"En parte por las enormes cantidades que conlleva, un contrato con el gobierno se vuelve virtualmente el sustituto de la curiosidad intelectual." (D.D. Eisenhower)
Entonces sucede que los 'gatos' dejan de morir y se acumulan y alcanzan el rango de plaga urbana. Una infestación de esta clase es doblemente mala, pues además de causar los típicos estragos de una población indeseable, se trata de alimañas a medias por las cuales no se debe sentir poca o ninguna simpatía. Es decir, no es correcto tratar de sofocar a todas estas criaturas por medio de procedimientos reflejos tales como la fumigación y el exterminio. Quizá estos pobladores puedan ser catalogados como espíritus grises, frívolos, vulgares o como corazones simples que han expulsado de sí la verdadera curiosidad, pero de ninguna manera el futuro inmediato se arregla clavando sus cabezas en nuestras estacas o labrando sus vidas en el muro de nuestro destino como vidas tomadas.
Esta situación describe sin lugar a dudas un conflicto prolongado, pero no es de ninguna manera el equivalente a una guerra. Guerras hay de muchas clases, pero lo descrito aquí es, cuando menos, una clase de paz, una marcada por el continuo esfuerzo y la confrontación, de cara a las consecuencias en el largo plazo de haber abandonado las dudas reales al momento de proceder en la invención del mañana.
Varias hebras quedan sueltas aquí. La más jugosa es la que señala la constitución de la curiosidad desde la renovación de los objetos, donde se encuentra el condicionamiento de la frescura, la audacia, el movimiento y el abandono de las cosas bastante manoseadas. No hay modo de garantizar la duda sobre las obras conocidas a medias (in saecula saeculorum), específicamente de aquellas con las tareas bien pulidas y puestas delante.
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