Una noticia, tal vez falsa, dice que Francia prohíbe a los mercados tirar en contenedores de basura comida todavía comestible. Obliga a establecer algún acuerdo con lo servicios de caridad...
No tengo idea de si debiera reglamentarse de ese modo en todo caso, quizá hay otros canales de distribución de los alimentos en cada localidad. Lo que sí entiendo, o sentientiendo, es que la comida desperdiciada representa nutrientes robados a terceros, a entidades que en su lucha diaria no pudieron llevarse nada a la boca. Además, se trata de nutrientes que para ser acondicionados a las exigencias humanas convencionales tuvieron que sacrificar de paso a otras vidas, múltiples y variadas.
El hambre no para. Era Crono y no Zeus el castrador, ese Hambriento siguió gestando su influencia sobre el mundo, desde las sombras del no reinado. No basta tener una alacena llena, una mesa llena, una barriga llena, siempre queda una hebra de la cual brota el desasosiego, la clara noción de que las reservas se agotan, que hay que seguir moviéndose, porque habrá desconcierto, se intuye que habrá una fuga de la suerte además de las deposiciones. ¿Qué hace falta para tener el hambre a raya? No vivir, ¿será lo justo? ¿Qué si descubriéramos que hay vida auténtica en una dimensión sin hambre? ¿Qué si el tirano primitivo hiciera las paces con sus hijos proveedores de las leyes y normas de los mortales?
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