Hay tanto que quisiera decirte, pero ya mucho no podré expresarlo.
Has de saber que me vacié de palabras demasiadas veces antes de hoy.
No sé cuántas cartas te escribí. Incluso olvidé dónde dejé esas que nunca te envié.
Pero más fueron las conversaciones que tuvieron lugar en mi cabeza.
Creo que esas charlas no suman juntas más de cien, o quizá, el caso es que me es imposible enumerarlas.
En ellas platicábamos largo y tendido, a veces durante más de una hora seguida.
Te contaba qué hacía y por qué lo hacía. Curioso, tú me platicabas en qué estabas.
Eran puras suposiciones, lo admito, carecía de cualquier noticia tuya.
Pero cada diálogo que teníamos liberaba un pendiente que traía contigo.
Todas las veces te dije algo que quería decirte. Algo que no pude expresarnos en su momento.
Hablarte a menudo era un evento trascendente. Me volvía otro ante ti y ante mí.
Sin darme cuenta me volví practicante de una larguísima oración, donde soñaba que te servía.
¿No te parece gracioso?
No importa cómo lo ponga, ya muy poco sé de ti.
Además de que el olvido rasgó el tejido de tu recuerdo, te me duplicaste.
Una versión de ti dijo adiós una sola vez.
Otra versión de ti me sigue silenciosamente y me escucha tareas, penas y promesas.
En sentido estricto, esta figura no es una alucinación: no la puedo ver y mi oído mental casi no la escucha.
También sé perfectamente que hablo solo cuando platicamos los dos.
No sería otra persona si no hubiese caído en la tentación de responder a mis afirmaciones.
Pero lo hizo. Necesitaba el diálogo como el agua su continente.
Así fue como usurpé tu lugar.
Ahora pago la consecuencia y me confundo. Ya no sé qué de ti fue real y qué fue parte de un soliloquio imaginario.
A la fecha, mi tiempo en compañía de la fantasía supera el tiempo que nosotros tuvimos juntos.
Me pregunto si un día, tal vez, quisieras que te presentara a tu otro yo, que es mi sombra.
¿No te parece gracioso?
Si tuviera que explicarte qué eres para mí, si diésemos por sentado que eso, de algún modo, te importa...
Diría que eres el leitmotiv de mi vida adulta.
No en un sentido musical. Por alguna razón, ninguna melodía puede capturar los efectos de tu pasar en mí.
Aunque mi madurez es absurda, la repetición de tu tema tiene una severidad formal que construye mi ciudad.
No te responsabilizo por mi presente. Si hoy parezco un desastre se debe a mis decisiones, por amar la flama.
Claro que hay muchos más factores detrás de por qué nos pasó lo que nos pasó.
Pero el más importante, el que no tendría empacho en llamar universal, fue no haber sabido qué nos dolía.
Tuviste mucha razón en hacer que tu último regalo fuese desaparecer.
Creo que fue tu mejor argumento. Pienso que lo único que quiero esta noche es estar a su altura.
Sé bien que nadie planeó la destrucción de tus sentimientos, que la inmanencia solamente se vindicó.
A pesar de todas las cosas que se hicieron bien, el telón cayó sobre nuestros personajes.
Yo me quedé pasmado. Tú marchaste hacia el sol naciente. Yo me quedé esperando hacia el poniente.
¿No te parece gracioso?
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2 comentarios:
Complemento: http://www.critical-theory.com/kants-advice-on-heartbreak-letters-to-a-student/
No. Oración, sombra, sol.
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