Criatura
Una botella de plástico reposa en el buró. Aunque su contenido originario está ausente, lleva cerrada varios días y no ha sido arrojada con las demás toneladas incontables de basura que genera la ciudad. Ha estado aquí guardada en casa, sin ninguna perturbación en su interior. Posee residuos de su anterior contenido dentro, pero no es eso lo que más gravedad le otorga a su interior. La botella guarda un arácnido, de aquellos que han desarrollado tenazas y una cola con punta en aguijón. Es un alacrán de escasos dos centímetros de longitud, su color es oscuro, como lo es el de los poco peligrosos para el ser humano, sus pinzas son muy delgadas y su cola está retraída. Está muerto. En vida, durante su cautiverio, acostumbraba hacerse el muerto, como las cucarachas, tal vez esperando que lo dejara salir la tapa enroscada, o tal vez guardando energía. Pero la salida truncada no dejó de estarlo, estuvo encerrado varios días sin alimento y encontró su fin un día incierto. Otros de su familia han encontrado el mismo destino en este hogar poblado por hombres.
Quiero guardar un minuto de silencio por esta criatura a la cual he dado muerte. Cualquiera que sea tu nombre, Providencia o metafísica, te pido perdón. No he sabido qué responder ante su peligro, como un estúpido occidental más, que no sabe deshacerse del miedo, temí a una posible picadura ponzoñosa. Sin tener ninguna certeza, encerré en esta prisión plástica y maté de inanición este animal. ¿Qué otra cosa pude haber hecho?, que alguien me lo diga, porque no hallé otra salida, y ahora que veo este desenlace, no me gusta nada, siento una pena tremenda por mi víctima. Estúpido occidental, creí saber las respuestas cuando le di encierro. Pensé: "si dejo libre este veneno, volverá a mí en revancha y, sin que lo note antes, esta vez sí me enterrará su aguijón. O peor, ¿no picará, en lugar de a nadie, a mi gente amada?" No quería ser el responsable de que alguien resultase herido; pero, ¿realmente puedo evitarlo? ¿Estaba yo justificado por esta razón? Soy un miserable gigante de la naturaleza, y un monstruo de la cultura. Pido perdón por esta acción, por creer que gané en un justo enfrentamiento en el que era él o yo. Perdón porque no me pregunté por su ciclo vital ni me interesó hacer bien a la salud de mi entorno, perdón porque habrá quien me diga que esta es una bagatela, que nada relevante aquí ha pasado y que puede pasarse sin gloria ni pena a otro episodio, porque dirán que estoy perdonado por no sé qué creencia secular y que puedo seguir mi camino. Lo cierto es que he matado y que las razones por las que lo hice no eran razones verdaderas.