sábado, 1 de agosto de 2009

Anotaciones acerca de los entes y de su natural tendencia

El retorno es un acto divino y cósmico. No es propio de los entes que circulan en el tiempo. Estos, aunque pretenden el perfecto retorno, se degradan, son vencidos por la fuerza centrípeta o centrífuga de su intento en el tiempo. Constituyen en su terrenalidad el arquetipo del espiral. Representan la entropía. Y sin embargo, ellos son los que se propagan ad infinitum en un orden manifiesto pero inexplicable, que a la vez se despliega pero sin ser claro ni distinto en su principio o final. Su destino es por esta razón incierto, es por esto que las cosas marchan hacia la oscuridad. Además, estos entes son los únicos que pueden propiamente moverse, porque son imperfectos, es decir, porque están indeterminadamente colocados. El que se muevan y sean libres de navegar por el vacío es lo que los hace dignos. Dignos ciertamente de marchitarse desde sus inicios y de consumir la fuerza y luminosidad de todo cuanto hay. El ente no desperdicia ni gasta, vive, y es en esto digno, es espíritu.

3 comentarios:

Esponjita dijo...

¿pos no que los que retornamos somos nosotros, pobres entes en el tiempo? ¿pos qué para retornar no hay que estar en el tiempo? Lo divino es el retorno, lo retornado, o séase nosotros, no somos divinos porque no tenemos injerencia ninguna en el retorno.
El retorno es el que nos confina a nuestra finitud: somos incapaces de escapar de él. El Nirvana nos está vedado y lo único real es la muerte, justamente porque moriremos eternamente y cada acción será eterna, y cada decisión que tomemos, puesto que no podemos borrar lo vivido y reescribirlo, es tomada como para la eternidad.

¿no era así?
digo, según Crisipo de Solos y Federico el bigotón.

Enrique dijo...

Es posible pensarlo así y de hecho ilustra, ejercita la comprensión. La diferencia entre una y otra explicación está en la noción del acto. No creo en la forma que ahora traes y expresas. A Crisipo debí buscarlo antes de que abandonara yo lo llamado estoicismo, para que me enseñase, no fue así, se me perdió entre las páginas, y al huraño de Röcken le debo algún respeto poético pero no cognitivo, yo no le tomaría por verdaderas, al pie de la letra, una sola de sus figuras. Claro, no es por ellos, sino que no es así mi fe por la palabra ni por sus inclinaciones secuestradoras de posibilidad, y nótese que las posibilidades que abres retirando otras son bellas porque nos igualan a lo divino, al menos en proporción y participación en todo lo que es.

Parecerá esto un tanto iconoclasta, provocador o presuntuoso, no sé cuál sea la forma más cercana a cada alma. Es comprensible, debido a que nos creemos entes y también espíritus pensamos, los que en estos términos hablamos, que debe sernos posible el retorno, al menos para reflexionar. Anotaba aquí que yo no estaría tan seguro de esto. Me apoyo en las ideas que me han dado los dos figurones de la filosofía del pasado preplatónico, Parmenides y Heráclito (que me pregunto cuáles historiadores nos los trajeron como oponentes y cuáles como una misma verdad revolcada). El primero me dice que si aspiramos a desarrollar una investigación, hay que tener el cuidado de andar por los caminos del Ser, mientras que el segundo también muy oscuro dice unas cosas muy locas que al menos yo no puedo tomar por falsas como aquello del río y de no hacerle caso a él sino al logos. Ambos me dejan pensando en el asombro (el misterio) pero también en una garantía (el conocimiento). Pienso que sólo la circunferencia del Círculo, acaso El Circunferir, retorna perfectamente, porque ningún espíritu puede volver a una misma situación cerrada y perfectamente. Es una condena pero también una emancipación estricta (es apertura necesaria). Seguramente son más los que han dicho esto y que no conozco que los que sí conozco y ahora ni recuerdo.

Según mi fe no se trata de innovar ni de repetir la verdad, como si su sola alusión nos evitara los males, sino de abrir el paso entre las tinieblas ineludibles, especialmente las deslumbrantes derivadas de la acumulación mezquina del conocimiento. Y esto no se logra sin hacer caso a las leyes de la naturaleza, leyes que son en primer lugar violadas por la versatilidad de la palabra. No se estudia para incrementar el conocimiento del Hombre, se estudia para trabajar y hacer cuanto se debe. Y en este punto estoy contigo cuando entraste a territorios nirvanescos.

Ya para terminar, por respeto a ti y otros curiosos, quiero decir que no es el retorno el que nos confina, sino la degradación perpetua, la que nos lleva a las dificultades, a la escasez, la violencia y, según muy al final, a la muerte.

Carlos Garduño dijo...

Y mientras, es la hora del azar, aunque no tenga una base filosófica. Y de una nueva poética.