En los tiempos míticos de la edad temprana de este mi cuerpo, las palabras tenían antes que nada carácter y simbología; cada apropiación era recuerdo, y cada uno de estos arrastraba diversidad de huellas. Rápido comprendí que bondad y belleza eran voces semejantísimas, separadas esencialmente más por las marcas que dejaron sobre mi piel que por su nombre. Más adelante, en la segunda era mitológica, las ideas fueron incorporadas, en su precisión y junto al habla ordinario, de manera asexuada, por simple coherencia. El sexo es un tipo de dimorfismo orgánico, y como tal, es propio de la carne, no de las ideas. Hubo un tiempo en que la idea de hombre universal se declaraba junto con ser varón, entre otras cualidades; pero ese tiempo ya declina, pues su base racional era un pensar desmesurado, insuficiente para sintetizar los hallazgos de las ontologizaciones que campean y abren mundo, aguardando su turno para desplegarse desde la historia. El intelecto es una forma de la carne, ¿por qué negar que es natural, si se origina, genera y degenera?, y como tal, no obedece todo él a la velocidad de la sentencia lógica que valida un argumento. Sin embargo, el entender también es un ser descarnado y distante del sexo. Por ejemplo, gracias a que atiende la gesta de las proposiciones-propuestas y se esfuerza por seguir la secuencia de los garantes de sentido, descubre y protege la importante relación de la entelequia como propósito, sin eliminar la verdad según la cual ella misma es además hermana de la quimera; ya una tercera vía ofrece una digna relación literaria entre propósito y quimera. Por su parte, los símbolos llamados palabras tienen su propia clave, y a través de ella ocasionan oportunidades específicas de encarnación o enunciación. De lo que se trata con el lenguaje es de cuerpos sutiles (formas) que sirven a cuerpos densos (materias) para imprimir humanidad a nuestra fatal mortalidad.
Ante esto, en un tercer momento mítico, ¿qué representa el panteón de la equidad de género con sus medidas de reforma del lenguaje oral y escrito? ¿Critica el uso de la lengua o propone un derrotero de evolución lingüística, deliberado y revolucionario? Si es lo primero, es muy razonable, los grupos privilegiados tienden a desconocer la condición de aquellos a los que les saca ventaja, y si está en sus posibilidades, incluso simulan olvidar su superioridad y omiten en su conciencia las causas sociales heterogénicas que establecen esta diferencia. Sin embargo, los propagadores de estas divinidades están haciendo también lo segundo. Puede que sea una medida precautoria para no quitar el dedo del renglón, pero también raya en lo ridículo. Recuerdo ahora, por poner un par de ocasiones, que era irritante escuchar a Vicente Fox ganar varios segundos en sus discursos anodinos por implementar la salvedad de unas y otros, pero también molestaba mirar esfuerzos de universitarias y universitarios por hacer de las palabras algo más representativo de la realidad, como si el español tuviese que ser descriptivo y explicativo hasta la saciedad de los sujetos sexuales referidos. Parecería correcto, pero es un error por dos razones, primero, no olvidemos que el lenguaje natural no tiene que ser fisicalista ni exacto, posee modalidades, es decir, encarna en diversas formas según sea el propósito que lo convoca. En segundo lugar, no se puede diseñar la precisión final. Los intersexuales lo mostraron con toda claridad. Sucedió que unos comenzaron a escribir ya sin 'a' y sin 'o' diferenciales, incluso omitieron la 'x', popular por indefinida, y escribieron '@'; cuando el rango de sexualidades es tan diverso, las letras ya no alcanzan, human@s precios@s. Según entiendo la historia de las ideas y para la mayor equidad, se haría una lucha feminista revolucionaria (teoría crítica de la identidad) más eficiente sexualizando a los varones y desexualizando a las mujeres en lugar de reglamentando el curso de los dialectos. Un buen ejercicio para identificar los excesos podría ser preguntarse: ¿qué lucha contra el sexismo lingüístico se hace en las lenguas que carecen de género gramatical?
jueves, 28 de noviembre de 2013
martes, 5 de noviembre de 2013
Apunte acerca de escuchar la razón
Soy un aficionado de las analogías. Los amigos lo saben. Hay una comparación a la que le tengo especial manía y por medio de la cual me permito estudiar la filosofía. Se trata de la sonoridad en la actividad mental, una forma de monismo, desde luego. El universo secular que me educó me dijo que la razón era el instrumento de mayor capacidad liberadora. Según ellos, no sólo conducía a una intensa construcción propia llamada creación, también tendría efectos positivos duraderos. Para ejemplo, miremos la civilización. Es cierto que ella está en decadencia, pero eso no elimina la verdad de que ha acumulado procesos benéficos para unas 140 generaciones humanas (la historia). Pongamos por caso, para mi propia vida y para más de cien de mis antecesores, aunque pocas o ninguna de mis ascendencias hayan formado parte de la clase privilegiada de la civilización, las virtudes culturales se filtraron en nosotros como el éter, por pocas que sean las generaciones de lectores en nuestra sangre. Pues bien, volviendo a la analogía, me parece más exacto describir a la razón en función de la armonía que generan las creencias, importantes responsables del camino seguido por los comportamientos concretados. De nuevo, por armonía me refiero a la sonoridad, no a la buena conciencia que se encuentra satisfecha consigo misma y el mundo, ciega a la miseria y a su propia responsabilidad. El pensamiento es musical, igual que los símbolos verbales, y opera a nivel individual y colectivo. De acuerdo con esta relación, cada vez que una conciencia (o colección de creencias activas) persiste en el tiempo, mantiene una tensión consigo misma y con el entorno, busca un equilibrio que conserve su identidad como cuerpo autónomo y su pertenencia a un hábitat de múltiples y diversos individuos. El leitmotiv es la recuperación de una forma establecida conforme a la correlación de la totalidad de las fuerzas. En esto se asemeja el pensamiento a los fenómenos sonoros, a que su medio es elástico y tiene la disposición de iniciar un viaje que concluye con una vuelta al origen. Este regreso de la figura es un acontecimiento sustancioso y deja una marca en el espíritu. Quizá sea difícil interpretar el suceso de cambio y regreso como una huella física, pero sí representa una experiencia cognitiva (si hablamos sobre todo de la elástica mental) o estética (si hablamos sobre todo de la elástica del aire), y por sus efectos es un hecho verificable. Esta recuperación es propiamente el crecimiento o valor agregado de la intervención, el viaje o el conflicto. Si la conciencia sufre un impacto desestabilizador, entonces tiene que buscar una nueva configuración hecha a modo para recuperar su estructura coherente, esta noción es la que respalda la reducción de disonancia cognitiva. En el caso de la razón, se trata de un esfuerzo lógico por conservar la coherencia, en el caso de la música, de la armonía. Por supuesto, ambos fenómenos físicos son distintos y nadie debería confundirlos, pero su estudio en conjunto permite mirar la ampliación de los horizontes mentales o aprendizaje con otros horizontes, más complejos, más completos.
jueves, 8 de agosto de 2013
De la adivinación al margen
I. Divinidad descubierta
La acumulación de fuego en el cielo ha sido anunciada.
No caerá una lluvia de roca, sino que el aire, medio del espíritu, nos concederá un inclemente final.
Hablamos de la encarnación de una idea y de una divinidad apocalíptica.
Tememos a sus fauces porque cuando llegue el momento aprisionarán toda esperanza.
Esta es la actualización del dios que mate, devore u oculte el sol, eje cultural de la regularidad y la energía.
No es un absurdo sin sentido, sino una criatura bien concebida por los terrícolas humanos.
Estos, a través de conducción atmosférica, han alimentado con gran calor a la bestia.
Pensaron que si se mantenían lejos del frío eludiría la última muerte y cultivaron descuidados las explosiones.
El tamaño del monstruo en gestación desborda toda magnitud de criatura mortal conocida.
Su boca amenaza con engullir cada condición indispensable para la vida de las personas que conocemos.
Como una súper erupción volcánica por venir, imaginamos una criatura mítica en su huevo.
Es un dragón en el cielo. Cuando rompa el cascarón, liberará el genocidio total.
Esta es la preocupación general por el calentamiento global.
II. Divinidad en la minoría
Los hombres a menudo se enemistan con los dioses. Buscan vencer de algunos su potencia destructora.
En la medida que la historia gana potestad y entendimiento y conquista terreno de la nousfera, destierra ángeles y demonios.
Declara la guerra al misterio y seculariza. Trabaja, transforma y desencanta. No queda únicamente la duda del resultado del sudor.
Pero la niebla por disipar no falta, y en el ciclo de vivencias e historias, se descubren nuevos enigmas.
Se adivina el futuro, a pesar que se preve gran parte del mismo. Se anuncia el dragón en el cielo.
No todos están por esto preocupados. No han llegado siquiera al recibidor de los trabajos justificados.
Algunos, sin embargo, resisten y luchan. Ellos, que se han quitado la venda de los ojos, repiten la profecía.
Despiertos, antes que nada, conocen el límite. Por eso, obtienen lo que muchos no: destino y coherencia.
En medio del caos ordenado, de la carencia y sus tendencias, la finalidad es clara: este dios anunciado no nacerá.
El camino, matar a los dioses de muerte del presente, es la carga de pocos. Filtrarse por las esencias y transformar inimaginados.
La solución esperada es que todos carguen en anuencia la nave del mundo.
Pero los cínicos se escudan tomando la píldora del ensueño cuando débiles y los estultos se privan de la decisión.
III. Divinidad en los medios
El capitalismo en forma de democracia se vuelve cultural y crea nichos para los videntes y sus fieles.
Se propicia condiciones para el ejercicio de la ideología. El desencantamiento del mundo ha pasado factura.
Los costos de la guerra contra los dioses incluyen olvidos elementales, no sólo ha mostrado condiciones e ineludibles.
Casi nadie nota el cobro de la historia hasta que el binomio se reduce a apocalípticos e integrados.
Las contradicciones (o fenómenos inexplicados) se acumulan y en lugar de desanudarse se consumen asumidas.
La telaraña crece, subraya flujos y libertades pero soterra el automatismo entero que, debajo en las sombras, soporta el tráfico.
No sólo hay materia omitida delante de las narices, elementos perdidos de la tabla periódica,
También hay desecho acumulado, riqueza irreconocible, abyecta o privada de ser parte de la operación emancipadora de la araña.
Ahí, en ese nudo, contra viento y marea, se predica el fin de los tiempos. El dragón en el cielo no ha de nacer.
La lucha tiene su propaganda, y puede ser un cliché; es una circulación propia de la madeja de simulaciones.
Si tiene libre tránsito -difiere un culto distinto-, no sigue las cualidades de los elementos e induce al error.
IV. Divinidad en el margen
La degradación atestigua el nacimiento de la cualidad. En las últimas partículas de la emanación pide un momento de estudio.
Descentrado, casi nunca tiene oportunidad de desplegarse en la libertad de la autopista artificial.
No le toca el tránsito vertiginoso de los no lugares, pero conoce el agolpamiento de los eventos memorables:
La irreductible emergencia de las coordenadas en el solo instante del relámpago, el sacrificio de la apuesta,
La tregua con el misterio, el respeto a los ciclos, la irreverencia de algunas creaciones prometedoras que no pueden aprender.
Quizá su aspecto es polvoriento y débil, pero siempre está a la altura de cualquier presente.
Su voz es peculiaridad y barrera. El centro tiene que conocer su propio límite para aterrizar en el final de la emanación.
Esta partícula al borde del establecimiento entero no se define por cantidad. No es una secta, de recorrido breve, ni una víctima.
Está a la altura de todo. También del dragón en el cielo. Conoce sus obligaciones frente a las situaciones.
Sabe que los viajeros que llegan a ella deben ser recibidos con hospitalidad. No es rígida y frágil. Se deja tocar.
Pero tiene un territorio al cual hay que aterrizar. Sabe, pues, que el viajero también tiene sus obligaciones. No las hará por él.
La acumulación de fuego en el cielo ha sido anunciada.
No caerá una lluvia de roca, sino que el aire, medio del espíritu, nos concederá un inclemente final.
Hablamos de la encarnación de una idea y de una divinidad apocalíptica.
Tememos a sus fauces porque cuando llegue el momento aprisionarán toda esperanza.
Esta es la actualización del dios que mate, devore u oculte el sol, eje cultural de la regularidad y la energía.
No es un absurdo sin sentido, sino una criatura bien concebida por los terrícolas humanos.
Estos, a través de conducción atmosférica, han alimentado con gran calor a la bestia.
Pensaron que si se mantenían lejos del frío eludiría la última muerte y cultivaron descuidados las explosiones.
El tamaño del monstruo en gestación desborda toda magnitud de criatura mortal conocida.
Su boca amenaza con engullir cada condición indispensable para la vida de las personas que conocemos.
Como una súper erupción volcánica por venir, imaginamos una criatura mítica en su huevo.
Es un dragón en el cielo. Cuando rompa el cascarón, liberará el genocidio total.
Esta es la preocupación general por el calentamiento global.
II. Divinidad en la minoría
Los hombres a menudo se enemistan con los dioses. Buscan vencer de algunos su potencia destructora.
En la medida que la historia gana potestad y entendimiento y conquista terreno de la nousfera, destierra ángeles y demonios.
Declara la guerra al misterio y seculariza. Trabaja, transforma y desencanta. No queda únicamente la duda del resultado del sudor.
Pero la niebla por disipar no falta, y en el ciclo de vivencias e historias, se descubren nuevos enigmas.
Se adivina el futuro, a pesar que se preve gran parte del mismo. Se anuncia el dragón en el cielo.
No todos están por esto preocupados. No han llegado siquiera al recibidor de los trabajos justificados.
Algunos, sin embargo, resisten y luchan. Ellos, que se han quitado la venda de los ojos, repiten la profecía.
Despiertos, antes que nada, conocen el límite. Por eso, obtienen lo que muchos no: destino y coherencia.
En medio del caos ordenado, de la carencia y sus tendencias, la finalidad es clara: este dios anunciado no nacerá.
El camino, matar a los dioses de muerte del presente, es la carga de pocos. Filtrarse por las esencias y transformar inimaginados.
La solución esperada es que todos carguen en anuencia la nave del mundo.
Pero los cínicos se escudan tomando la píldora del ensueño cuando débiles y los estultos se privan de la decisión.
III. Divinidad en los medios
El capitalismo en forma de democracia se vuelve cultural y crea nichos para los videntes y sus fieles.
Se propicia condiciones para el ejercicio de la ideología. El desencantamiento del mundo ha pasado factura.
Los costos de la guerra contra los dioses incluyen olvidos elementales, no sólo ha mostrado condiciones e ineludibles.
Casi nadie nota el cobro de la historia hasta que el binomio se reduce a apocalípticos e integrados.
Las contradicciones (o fenómenos inexplicados) se acumulan y en lugar de desanudarse se consumen asumidas.
La telaraña crece, subraya flujos y libertades pero soterra el automatismo entero que, debajo en las sombras, soporta el tráfico.
No sólo hay materia omitida delante de las narices, elementos perdidos de la tabla periódica,
También hay desecho acumulado, riqueza irreconocible, abyecta o privada de ser parte de la operación emancipadora de la araña.
Ahí, en ese nudo, contra viento y marea, se predica el fin de los tiempos. El dragón en el cielo no ha de nacer.
La lucha tiene su propaganda, y puede ser un cliché; es una circulación propia de la madeja de simulaciones.
Si tiene libre tránsito -difiere un culto distinto-, no sigue las cualidades de los elementos e induce al error.
IV. Divinidad en el margen
La degradación atestigua el nacimiento de la cualidad. En las últimas partículas de la emanación pide un momento de estudio.
Descentrado, casi nunca tiene oportunidad de desplegarse en la libertad de la autopista artificial.
No le toca el tránsito vertiginoso de los no lugares, pero conoce el agolpamiento de los eventos memorables:
La irreductible emergencia de las coordenadas en el solo instante del relámpago, el sacrificio de la apuesta,
La tregua con el misterio, el respeto a los ciclos, la irreverencia de algunas creaciones prometedoras que no pueden aprender.
Quizá su aspecto es polvoriento y débil, pero siempre está a la altura de cualquier presente.
Su voz es peculiaridad y barrera. El centro tiene que conocer su propio límite para aterrizar en el final de la emanación.
Esta partícula al borde del establecimiento entero no se define por cantidad. No es una secta, de recorrido breve, ni una víctima.
Está a la altura de todo. También del dragón en el cielo. Conoce sus obligaciones frente a las situaciones.
Sabe que los viajeros que llegan a ella deben ser recibidos con hospitalidad. No es rígida y frágil. Se deja tocar.
Pero tiene un territorio al cual hay que aterrizar. Sabe, pues, que el viajero también tiene sus obligaciones. No las hará por él.
sábado, 6 de abril de 2013
La esperanza no se conoce (en absoluto)
Para algunos placeres, la esperanza es una especie de requisito. Uno no puede desplegar el código y participar de varios grandes juegos si, además de dispuesto, no proyecta confianza, en cuanto a salud y durabilidad. Es claro que por eso amistades posibles rechinan antes de consolidarse y son desechadas antes de representar altos costos. Pero, ¿por qué se promociona esa neurosis y no otra?, pongamos por ejemplo, para algunos requisitos de la esperanza, la ausencia de ciertos placeres es constitutiva, ¿no debiera incentivarse esta defensa, con mayor razón? Pues claro que no, si consideramos la ideología de la esperanza, en la que ésta no falta, puesto que el sujeto la pone, de alguna manera, mientras tenga alguna chispa de vida. Dicho de otra manera, la creencia establecida es que la esperanza no tiene relación con el conocimiento y con su correspondiente acotamiento de las posibilidades, sino con la pasión infinita, la magia y el deseo, meros fuegos artificiales que distraen de lo propiamente actualizable. Entonces uno no trabaja para que se mantengan las condiciones mínimas de dignidad y potestad, sino que uno crea las condiciones bajo algún sortilegio, pues, esta es la creencia, no hay un punto cero sin retorno, todo está por delante, vida y muerte en el puño, como si el poder fuese cosa tomable y tomada. Ante esto recordamos lo que ya decía el viejo indio:
"Cuando me vuelvo hacia el este, no veo el alba. Cuando me giro hacia el oeste, la noche que se acerca lo oculta todo."
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