miércoles, 4 de noviembre de 2009

Pragmatismo: un ejemplo de su lectura impropia

Una de las consecuencias más terribles viene de fundar el valor base en el efecto o valor de cambio y no en las consecuencias prácticas que aclaren el sentido de las ideas. Pongamos por ejemplo lo que la gente llama amor, el amor mediático. Éste es fuente de muchos males y de muchas ilusiones, y según su concepto (siendo permisivos en su significado), se resuelve los problemas en torno a él comprendiéndolo como acción o como verbo, lo cual se empalma convenientemente con el Evangelio. Pero el amor no sólo es una acción, también es una afirmación, un supuesto, una forma, algo dado en la quietud, si no absoluta, sí en un contexto de coherencia e inteligibilidad. Es válido que ocurra a manera de sentimiento privado, a veces manifiesto, y no sólo es legítimo como afecto productivo, paliativo o incluso preventivo (aspecto que al igual que la profiláctica no ocurre propiamente sin el aparato cognitivo constituido por formas). No hay déficit de aquello en lo que aparentemente giran los melodramas, estos se fundan en el supuesto del déficit mismo y no en el principio del amor. De ahí que sean espectaculares farsas de la realidad. Qué pena que parezcan ser el caso y que la representación se anteponga a la sensibilidad.

James (†1910), tanta estupidez no puede atribuirse ramplonamente a tu divulgación.

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El origen del pragmatismo contemporáneo, de acuerdo con los que escriben la historia, está en la filosofía peirceana. No obstante, el pragmatismo más conocido actualmente no tiene mucha relación con el que en su momento planteó Peirce en su máxima pragmática. Apliquemos entonces para mayor claridad la distinción que hizo Peirce en vida, su propuesta se llama pragmaticismo y la popular pragmatismo.

El pragmatismo común se asocia al individualismo a ultranza y se le entiende como un criterio de acción en miras de lo más efectivo, de ahí que se haya extendido con el apoyo de la noción valor de cambio o cash value. Desgraciadamente este criterio se confunde en la vida cotidiana con la búsqueda de lo fácil y lo conveniente, y se apoya en otra idea vulgarizada del utilitarismo en donde la acción moral es regida por el principio racional del mayor beneficio. El resultado es que el pragmatismo se convierte en la propuesta de la búsqueda del beneficio propio y queda muy cerca de una reducción de los objetos del mundo (morales o no) a meros medios para conseguir fines particulares y privados. En este sentido el pragmatista trata con herramientas y utensilios, luego, sale a flote una forma actual de cosificación. La situación más dañina en la que se aplica este tipo de pragmaticismo es dentro de un programa político, en donde ocurren toma de decisiones no consensuadas por mera practicidad. Este tipo de pragmatismo está difundido porque es exitoso, en eso consiste, en buscar la ganancia, el triunfo, y se adapta perfectamente a los valores del neoliberalismo económico.... que no sé bien qué diablos sea, pero no me gusta; no me gusta que me obliguen a competir, que sea requisito para compartir algo en privado. El mito del pólemos no es universal radicalmente hablando.

En cambio, el pragmaticismo defendido por Peirce es una propuesta metodológica de investigación que consiste en clarificar las ideas y reformular las hipótesis observando las consecuencias prácticas de las mismas. Se trata de aplicar los supuestos y medir sus alcances o su extensión evaluando las consecuencias, según sea su deseabilidad o no. El pragmaticismo sirve para transmitir una forma clara de modo efectivo, para así darle vida al concepto tratado en un sentido diferente al que propuso el hegelianismo. Se trata de discutir buscando algún tipo de correlato en los efectos para que pueda compartirse una idea a un par investigador. Peirce es un padre del intersubjetivismo, es un excelente teórico de un tejido de convivencia que aspira conocer más o mejor.

Ahora bien, en las telenovelas o melodramas actuales el amor puede cubrir varios roles, puede ser finalidad o simple fin; un obstáculo, un deseo, una vivencia, una reflexión, un motivo de pena, de envidia, de ilusión, de felicidad. En cualquier caso, es abordado bajo la propuesta pragmatista y no la pragmaticista, porque es la común, la de la vida del vulgo. De este modo, el amor se convierte en un objeto más entre muchos, que debe cumplir funciones específicas y que de no ser el caso, debe ser desechado. Así, los personajes supuestamente enamorados en estas historias sufren sin alcanzar solución alguna, a menos que su paz sea dejar de tener algún papel en la narración de la historia, para cuyo fin sólo tiene que acabar la serie y ser reciclados en un nuevo pastiche. No tienen paz y no la tendrán porque ellos mismos generan sus problemas y destruyen sus opciones de satisfacción no construyendo conceptos de amor. No idean, sólo suponen ineficaz al amor como se está dando. De ahí que unos nieguen amor a otros cuando estos no responden como quieren en ese momento, cuando supuestamente ofrecen la cosa llamada amor, igualmente se explica que los segundos sufran percibiendo exactamente lo mismo, que los primeros no responden como ellos quieren. Una telenovela es un desfile carnavalesco de máscaras, no una fuente básica de enseñanza de cómo funciona el mundo... qué desgracia que los infantes repitan esos tipos exagerados y no sean formados para la participación activa en la construcción de conceptos actuales y necesarios.

Si el amor se tratase pragmaticistamente, ¿qué pasaría? ¿Nos entenderíamos mejor? ¿Tendríamos mayor facilidad de comprender nuestros intereses y los ajenos? ¿Se transformaría la política?