Una respuesta breve (y dialógica) al hashtag #FueElEstado
Mi idioma heredó el deseo monárquico de dominación. Mi historia de traiciones, borrones y cacicazgos dictó mi sentido de heroísmo. Mi vecino hegemónico me ayudó a inventar una ilusión patriotera. Mis mensajes triunfalistas me hicieron narcisista. Mis poderes ordenaron que nunca nadie estuviera realmente en desacuerdo con el jefe, mientras derrocharon al por mayor la riqueza de las generaciones futuras. Mi espacio y mi reglas recortaron la imaginación y la legitimidad. Mis instituciones expulsaron la discusión de las calles y la equipararon a oponerse al desarrollo del país y a la amargura gratuita. Mi religión se volvió intocable por estar en una mera relación laica conmigo. Mi fama odiosa reproduce la anomia generalizada. Mis maestros enseñaron a obedecer y a estarse quieto, acostumbraron al pueblo al encierro y a los horarios obreros. Mi verticalidad fue la escuela de corrupción de incontables funcionarios y trabajadores. Mis sindicatos traicionaron los sueños de las clases medias. Mis niños-TLC conjuraron mayor diabetes, insuficiencia renal e hipertensión. Mis medios de información pactaron censurar y hacer manejable la miseria, nunca ayudar a resolverla. Mis comentaristas hicieron del odio a la diferencia un valor familiar. Mis reformas despojaron derechos a los ciudadanos y eliminaron procedimientos justos. Mis notas sensacionalistas criminalizaron a unos compas. Mis muros pintados disolvieron algunas protestas. Mis infiltrados me ayudaron a fichar a todos los rebeldes visibles. Mis agentes siembran la droga y las armas. Mis patrullas transportaron a los secuestrados. Mis negocios desaparecen gente y arraigan la ausencia. Mi organización disuelve la verdad. Mi terrorismo decapita, desolla o mutila personas. Mi bala mató al niño, a la embarazada, a los olvidados, a los ninguneados. ¡Cómo voy a conservar la calma y resguardarme temeroso, si #FuiYo, si #YoSoyElEstado!
¡Yo también pagué cada chingadera! Por eso pongo en pausa lo que debería ser mi vida, porque mi proyecto no atiende las emergencias del país. No soy parte de un puñado de alborotadores, soy el que queda, el residuo, aquel fuera de foco; #YoSoy132, el que llegó tarde, el que ahí estaba pero que no puso atención, la oveja pinta, ni blanca ni negra; soy el que llegó en parte por moda, en parte por ligue, en parte por convicción; el que está fuera del plan, pero que lleva, cual heraldo, la marca de la vida: la singularidad de ser irreductible y sustantivo.
P.D. Nada personal contra el HT. Un signo contiene el universo, pero también es un solo signo. No se callen, que todavía queda mucho por comentar en el extenso tejido del lenguaje.