viernes, 15 de junio de 2012
Entre el comedor y el abismo
Vivo aún millares de actos de comunicación fallidos. En la otra ribera, quedaron aquellos que suponen tranquilos que no amo a los seres a los que me les referí. Porque los describo, porque los desnudo y muestro el daño que me causan, y la sistematicidad de su prisión, implican ellos que no los defiendo, que no me vierto en ellos y no doy todo de mí a su favor. ¿Cómo podría no hacerlo, si son todo lo que conozco?, ¿podría traicionar su amor siendo ellos las fuentes de todas mis historias? Por terribles que sean sus acciones, me indicaron la salida a la que llaman mi yo, y me presentaron la donación de la tierra y la amplitud de los cielos. Es verdad que podría ser más entusiasta. Pero he aprendido a desconfiar de la complaciente señalética que soy capaz de montar antes de pasar por mis distintos trayectos. Sin que lo crea una necesidad material, creo que todavía no he sabido comunicar mis tesoros, sino sólo despertar la suspicacia sobre mis creencias. Olvidé cuidar de mí en ese sentido y ahora tengo a los perros ladrando cada que comienzo a desglosarme y a presentar reflejos analíticos que guardo de los objetos sintetizados por el común acuerdo. Mi combate no va en favor de la corrección política, acontece al contrario por la ingenua disposición general a olvidarse de las alternativas y a disfrutar de las condiciones ya dadas, a dejarse llevar por su absorbente placer, por los placebos de una enfermedad irreal. No acepto que exista la insaciable y temerosa boca de Cronos que deglute a sus hijos en lugar de procurarles su debida protección; tampoco acepto que Polifemo nos halague con una magnífica hospitalidad haciéndonos esperar horrorizados el día en que llegará nuestro turno mientras advertimos cómo devora día con día a los amigos. El ojo del cíclope es una infinita vorágine para la imaginación y Ulises, cual personaje con guión, tenía más respuestas de las posibles, por eso él era rico en ardides, y por eso podemos nosotros aspirar a acercarnos a su tipo ideal, y creamos nuevos modelos de comunicación, nuevas pruebas para el intelecto, para la corrección de nuestra patología, en sus dos modalidades elementales: la de la brutalidad de la intervención terapéutica y la de la idiotez de la crítica a la ortopedia.
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