Treita y tres dos: argamasa
¿Podría sobrevivir sin la mística? No lo concibo. No si mi cultura me enseñó a tomar la exigencia por ofrecimiento, si desencadenó en mí la costumbre de la hipocresía y el deseo, si me obligó a separar la mente del corazón, a proteger el interés sobre el asombro ante el límite y a consumir todo lo que coexiste o vive conmigo. ¿Cómo sin mística alcanzaría a tocar la verdadera creación del juego y la profanidad, a reconocer la infancia, el valor y la ignorancia? No podría la vida dar otro de sus pasos sin la mínima conciencia de otra tierra, de otro arco y otra flecha, la que disparada a tu izquierda hiere tu propio costado derecho. Ahora sólo soy sombra y cenizas. Todavía no soy. Me cantas, te busco, te miro, sollozo.
jueves, 31 de diciembre de 2009
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