sábado, 9 de mayo de 2009

Desconexiones

En las últimas semanas he visto en algunas series de televisión que se repiten frases del tipo "x is overrated", cuando enuncian esta fórmula suelen disminuir el valor del amor, del talento, del dinero, de la fe, de la vida, etcétera, desdeñan nociones que se contemplan normalmente como importantes. No sé si se trata de una costumbre muy habitual entre los gringos o en el mundo anglosajón, de pronto sospecho que es una maña de los ya fatigados guionistas que no tienen ideas interesantes y entonces hacen personajes o diálogos estridentes que al menos parecen venir de una personalidad auténtica y dueña de sí. Quien diga esto, aparenta estar diciendo, en el caso del amor, "hey, yo no soy esclavo del amor, y tampoco lo deberías ser tú, por eso te lo digo, que está sobrevalorado, que la gente se engaña al tomarlo tanto en cuenta". Entraña una actitud de ligereza, de libertad y autonomía y probablemente de nihilismo. Estos valores son de los más exquisitos de la civilización occidental, y conforman actitudes a desmontar cuando se observa la necesidad formal de que existan al menos dos unidades intencionales opuestas para el desenvolvimiento de una configuración humana elemental.

Si pensamos que todo lo que el hombre hace lo hace en compañía de los demás; que el uno siempre implica a los siguientes números; que el Ser es relación (luego trino o cuasi trino), entonces, el lugar común, el tópico conocido, el punto de encuentro, es la unidad básica de la existencia humana. Pero si la unidad básica de la existencia humana es así, entonces se requiere solucionar un profundo problema nacido de la subjetividad que pretende conocer, o sea, garantizarse su porvenir, dado que tiene esta impronta de cuidar de sí. Es un problema de seguridad y proyección. Como el hombre quiere conocer cosas firmes, para así tomar las mejores decisiones a su disposición conciente, busca los elementos de la realidad que sean verdaderos e indudables. En la búsqueda de cada uno por el conocimiento, se hallarán diversos obstáculos, algunos solucionables y otros... quizá por ser solucionables o tal vez, y esto es determinante, imposibles de superar. Cuando se alcanza la certeza de la imposibilidad, entonces es cuando hay que revisar qué es eso que se propone como tal, porque ante lo imposible de resolver, no hay problema, hay marcha atrás o sabia aceptación. Ahora bien, hay muchas historias en torno a la subjetividad que busca su conocimiento, y muchas proposiciones de verdad derivadas de esta búsqueda. Cada historia, en tanto narración, encierra su propia validez y verosimilitud, según sean las circunstancias tendrán mayor o menor pertinencia en cada uno, y podrán ser adoptadas o no, y adaptadas o no. Y resulta que hay varias tesis que niegan la posibilidad de ese lugar común con la que cuentan dos intencionalidades distintas. Aquí generalizo y admito la posibilidad de excepciones, pero corrientes como las inmanentistas o las lógico matemáticas no proponen más verdad que la del pensamiento solo o la de la consistencia respectivamente. Verdades como éstas hacen difícil de alcanzar con rigor la verdad del lugar común. Convendrá analizar estas tesis con mayor detenimiento, pero usaré otro tiempo para eso, aún no estoy preparado.

Sólo voy a puntualizar una oposición en la que creo vale la pena reflexionar. Los saberes originados de las certidumbres como la conciencia y las derivaciones de los sistema definidos son excelentes para subvertir el mundo con una profunda participación de la voluntad. Las artes, las técnicas y las ciencias se ven impulsadas por estos paradigmas de certidumbre, según estos saberes el mundo se construye de seres identificados. Mientras tanto, los saberes derivados de la percipiencia (una sensibilidad inteligente, sensatez) son excelentes para habitar el mundo con una profunda participación de las diferencias propias y del mundo. La moral, la tradición y la política simple (convivencia) son las que mejor se impulsan por este paradigma que construye un mundo conformado de seres reales.

2 comentarios:

Pac Morshoil dijo...

El discurso lógico y fluido cuya profundidad agota el tema o, por lo menos, sienta perfectamente las bases para entablar una discusión formal está sobrevalorado.

Enrique dijo...

¡Paco, qué gustazo! Tres cosas. Una, qué gracioso, sin sarcasmo. Dos, las discusiones no son en general deseables, lo sé bien. Tres, algunos todavía tenemos la ilusión --no sé si estúpida-- de aprender a iniciar y a desarrollar discusiones al estilo escolástico.